Creo que nuestros mundos
comenzaron a orbitar,
el uno en torno al otro,
con la primera lágrima
que cayó de tus ojos,
y que llegó a mojar
mis mejillas.


Nuestros futuros
se enlazaron en una nebulosa
de deseos y sueños proyectados.
Construcciones atemporales
en busca de la felicidad plena
encarnada en el rostro reflejado.


Te buscaba,
como tantas veces,
en el despertar del amanecer,
y en los sueños al ir a dormir.
Te buscaba,
dos minutos antes de las tres,
el primero de Noviembre,
como en el comienzo
de algo nuevo,
como al término
del día de los muertos.


Te buscaba
a la hora señalada,
en la expiación del tiempo.
Ni un segundo antes,
ni un segundo después
de rasguñar el sueño esquivo.
El sueño que siempre huye
de mis pensamientos.


Te buscaba,
como tantas veces.
Sabes que no miento.
A orillas de la playa.
Sin poder hallarte.
Desde la inmensidad del mar,
como lo hace el viento
en eterno lamento.


Te vi desde lejos.
Sin reconocer tu cuerpo.
Sin ver tu cara.
Espigada a la luz de la luna,
flotando con algas trenzadas.
Cual blanca Alfonsina,
vestida de telas suaves
al viento agitadas.


¿Qué haces amor?
¿Por qué flotas,
insustancial en el aire,
en esa playa deshabitada?
¿Por qué te apareces
bella y encantada?
En esta noche sin sueños,
treinta años más joven
que mi figura cansada.


¡Por qué te apareces luminosa
en esta noche estrellada!
Será que me duele amarte
desde que no estoy contigo.
Será que me vienes a visitar
para hablar conmigo.


¿Acaso me vienes a contar,
que algo se ha roto
en nuestras vidas?
Que nuestras huellas
se han borrado
con el rompiente de las olas.
Que somos ánimas suspirando
sobre la arena mojada
de nuestras lágrimas.