La separación, la desvinculación de dos partes que jamás estuvieron juntas, no lo estuvieron, solo era la ilusión proyectada de una autoestima mutilada. Su falta y el cansancio no permitían ver la realidad.
Miopía, estrabismo se convinan en un mirar perdido, perdido entre un lejos, entre un cerca nunca existido, nunca compartido.
Y recuerdo...
La flor marchita y sin pétalos,
Que crecía en el jardín de las desdichas,
Se alimentaba de las cenizas de los olvidados.
Y olvidé, intenté olvidar como olvidado me sentía, real o no, percibía esa dejadez que dolía, que me dolía a cada paso, a cada segundo que un reloj de arena marcaba inexactamente,
¿Por qué no tienen manecillas?,
Y duele, duele esperar, duele...
Cortar con las raíces, cortar con las enredaderas retorciéndose hasta ser uno de nuevo, duele pero...
Hay que cortar para seguir creciendo, cambiando, madurando.
Un brisa se entrelaza con una canción mientras el frío de noviembre llega de golpe y miro, miro más allá de un balcón que me llama, dejo pasar pacientemente el tiempo justo y necesario para no contestar.
Lentamente acaricio esa leve membrana que separa la cordura de la locura, de mi locura...
Hace frío.
|