EL PASADO NO ESTÁ ATRÁS, ESTÁ DENTRO
I
El pasado no es una calle lejana que alguna vez recorrimos,
ni un reloj que se detuvo a una hora precisa.
Es un murmullo que nos habita,
un eco que camina en nuestros pasos
y se oculta en nuestros sueños.
No está detrás,
está debajo de la piel,
en la forma en que miramos,
en el miedo que no sabemos nombrar,
en la nostalgia que nos persigue,
en eso que somos y ya no reconocemos.
El tiempo no huye:
se repliega en la memoria,
se disfraza de gesto,
se oculta en un perfume,
se esconde en un eco, en un beso,
se manifiesta en un recuerdo.
No sabemos dónde está ni cómo se fue, pero es esa canción vieja que nos devuelve a la infancia
y es esa herida abierta que aún nos duele.
El pasado no se fue.
Nos sueña cada noche
y es parte de lo que somos.
Nos escribe desde adentro.
Nos mira desde el espejo del alma.
Y quizás,
así creamos que avancemos en el tiempo, es el tiempo el que —sin premeditación—
avanza y retrocede dentro de nosotros...
II
El pasado no está atrás. Está en la respiración, en las manos, en los sueños. Vive en el cuerpo que lo encarna, en la palabra que lo convoca, en la lágrima que aún no cae. No caminamos hacia el futuro: caminamos desde un pasado que late, que arde, que guía. Y quizá eso sea lo más hermoso del tiempo: que no se va, sino que se queda como una sombra disfrazada de nosotros mismos...
Bogotá, agosto 1 de 2025
GerCardona-Colombia. |