Debe escribir sobre su vida antes de morir, y sabe que su muerte es un hecho con fecha y hora. No quiere olvidar los detalles esenciales de su infancia ni dejar fuera los momentos que cambiaron su rumbo. El rostro de su madre, la escuela que visitó, el primer beso, en fin, los buenos recuerdos.

Escribirá sobre lo mejor de su vida; será un texto con una enorme sonrisa impregnada en las palabras que nadie querrá leer, porque una vida sin dramas es una vida que a nadie le interesa. Dramas tuvo, y muchos, pero no quiere aclarar un punto que le desagrada: ella fue el drama de los otros. Está convencida de que guarda buenos recuerdos de quienes se cruzaron en su camino y, al mismo tiempo, está casi segura de que ellos no conservarán una imagen agradable de ella.

No fue una persona fácil, según su propia versión, y puede imaginar que la ven como un ser egoísta, un depredador de sentimientos. Sin embargo, solo quería ser feliz. La felicidad no es gratis; hay que ganársela, cueste lo que cueste. Ahora sabe que morirá pronto y, en realidad, nunca se sintió feliz.

No pretende filosofar sobre la vida o la muerte. Lo importante es dejar una huella, aunque sea una sola. Hace unos meses fue al entierro del gran amigo de todos, del querido Reimund. Había mucha gente: amigos, familia, desconocidos, curiosos, y todos lamentaban la muerte de tan buena persona.

Entonces se preguntó si en su entierro habría tanta gente y supo que no, que quizá ni un perro iría a lamentar su pérdida. No es que haya hecho las cosas mal en su vida; es que las hizo a su manera. Todos hablaban, en el entierro, del legado que dejaba Reimund tras su muerte. Había sido un buen fotógrafo y sus fotos quedarían como recuerdo luminoso.

Ella se preguntó cuál sería su legado y comprendió que, aparte de rencor, no dejaría nada. Por eso escribe sobre su vida. Aunque nadie lo lea, esas páginas seguirán presentes cuando el recuerdo de su existencia haya desaparecido. No hace falta que alguien las abra; lo que quiere es que esas letras se queden ahí, bajo el cielo azul que dentro de poco ya no podrá mirar, que permanezcan aunque sea en un rincón oscuro y abandonado.