Un revolver descargado y jamás disparado fue el catalizador del estruendo que me despertó, salté al vacío sin apenas mirar, sin calcular donde caería, ¿Para qué?, pensé... Si ya estoy cayendo tal y como cae la lluvia en un día tan angosto como el de hoy, sin pensar, simplemente caer.

Me he levantado con una imagen en la cabeza que se ha ido difuminando poco a poco como ese sueño que te acompaña toda la noche y justo al despertar comienzas a olvidar y por más que lo intentas no consigues recordar.

Estos días son ese detonante, esa arma de fuego que enciende en otra versión de mi mismo, esa personalidad que convive en la amalgama interior de todas mis mascaras que se esconden en mi interior, ni mejor ni peor, todas ellas forman parte de un yo roto y reparado una y otra vez durante ese camino que puedo llamar vida.

Y a ésta no le importa caer, no tiene vértigo.

La lluvia inunda poco a poco las calles, arrastrando todo a su paso, buscando los cauces naturales que nos precipitan hacia ese sitio que solo existe en mi imaginario como el lugar al que un día llegaré, hacia... "algún mar".