Tras la puerta del cuarto de mamá
La oscuridad del cuarto de mamá permanece detrás de la puerta cerrada. Sé lo que hay tras ella: una cama, ropa y espejos por todos lados. No entro a su cuarto desde que ella murió. No es por miedo ni por pena. Es porque sé que aún duerme. No desea despertar, no desea comer; quizás no tiene hambre. Recuerdo palabras de los santos, o tal vez de algún poeta: no solo de pan vive el hombre, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios. Mamá está con Dios, y ese señor tan importante debe hablarle todos los días.
Hay veces en que creo ver un brillo ocultarse en la rendija de la puerta. Pienso que ese señor la visita a cada momento. Quizás algún día él abra la puerta y vea a mi madre durmiendo, y ella abra los ojos y me diga qué debo hacer. Hace mucho que no salgo. Me quedo mirando la puerta del cuarto de mamá, esperando que un día se abra y al fin pueda verla sonreír, al verme solo, con el plato vacío y una vela en la mano.
Quizás no salga nunca, pero igual la esperaré. Como siempre me dijo: no duermas, solo espera a que vuelva, para que puedas comer. Mientras tanto, la casa se irá llenando de ese aire que sí se puede respirar. Ese señor tan importante podrá sentarse a la mesa y mi madre podrá comer de cada una de sus palabras. Yo, mientras tanto, solo miraré y esperaré, esperando verla sonreír otra vez. Aquí la espero, sentado en el piso, del lado de afuera, tras la puerta cerrada del cuarto de mamá. |