Aquí me he subido a oler el viento, que me han dicho que trae no-se-qué en su movimiento

Que como dijo un amigo viejo somos “hiperbóreos” y sabemos bien hasta que puntos vivimos a parte. En el laberinto de las dudas seguimos el viento que hace eco por las esquinas que indica el camino, que indica la perdición y que no indica nada. Pero no estamos desorientados, aunque no sabemos a dónde vamos si sabemos que vamos a alguna parte.

Y si en algún momento nos volvimos sombríos era porque de lo que nos alejábamos más y más era de la felicidad de los débiles, de la resignación. Este fatum es acumulación de energías.

Y si el laberinto pone barreras, avancemos, pero no buscando caminos, no perdiéndonos. Caminemos con cautela y una gran maza entre las manos para echar abajo las paredes. Y así, ante las circunstancias los hiperbóreos no se echan atrás, sólo cogen carrerilla para darle más fuerte a la pared.

Y si en nuestro caminar cauteloso no se halla nada es que tal vez no haya nada, y a pesar de todo seguiremos buscando, no con la esperanza de encontrar sino con el impulso de buscar.