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Era ya muy entrada la noche cuando Sofía recibió una llamada de Raúl; no era común que su novio se comunicara con ella a tan altas horas de la noche. La sorpresa que causó la llamada se convirtió pronto en angustia a consecuencia de la voz cortante y misteriosa que usó Raúl.
–Raúl, ¿Ocurre algo, estás bien? –preguntó Sofía angustiada.
–Estoy bien, no pasa nada –respondió tajante–. Quiero que nos reunamos mañana temprano, antes del desayuno.
–Pero no puedo, tú sabes que voy al gimnasio.
–Puedes falta –insistió Raúl.
–¿Es tan urgente que no puede esperar, a la hora del almuerzo?
–No –dijo cortante.
A Sofía no le quedó más remedio que aceptar. Después de la llamada ella quedó consternada y ya no pudo conciliar el sueño. Trataba de hallar respuesta sobre el por qué de la forma de actuar de su novio y del por qué tanta insistencia en acordar una cita tan temprano, con carácter de urgente. Apenas por la tarde, estaba todo de maravilla. Por su mente pasó la idea de que él terminaría con esa relación que llevaba más de tres años. Al fin de cuentas no sería ésta la primera vez que lo intentara; la última vez fue muy doloroso y humillante para ella, pues, al escuchar la proposición de Raúl para terminar, sintió que la realidad se desvanecía y que su corazón se detuvo instantáneamente. Pronto se vio envuelta en un profundo llanto, sus manos temblaban al tiempo que palidecía. Él quedó sorprendido, nunca imaginó que aquella escena tuviera lugar frente a sus ojos. La abrazó con fuerza, y ella le dijo, con voz cortada que apenas era audible: “No, por favor. No me hagas esto”. Tras varias horas de penosas suplicas, la relación continuó.
Ahora, ella veía venir de nueva cuenta el final, de su relación, de su vida; porque sabía que esta vez sería imposible evitarlo, y que no podría soportarlo. Sofía estaba aterrada con esa idea. Está de más decir que pasó toda la noche en vela pensando en su desgracia, sobre que hacer al respecto.

A la mañana siguiente, Sofía llegó veinte minutos antes de la hora acordada al lugar que habían convenido encontrarse. Ese lugar era un mirador natural desde el cual se podía observar el mar, y que a esa hora se hallaba desierto. Con las manos hundidas en los bolsillos del abrigo, caminaba de un lado a otro esperando a que llegara Raúl. En tanto, recordó que aquel era el lugar donde se dieron el primer beso. “Aquí es donde todo empezó, y donde terminará también”, pensaba ahora con una actitud resuelta.
Después de quince interminables minutos Raúl llegó, bajó del auto con un rostro sin expresión y se dirigió hacia Sofía quien tenía la mirada fija hacia el mar. Se plantó a su lado sin saludar, enseguida Sofía preguntó sin voltear:
–¿De qué se trata? ¿Qué es tan urgente que no podía esperar?
–Hace mucho frío aquí –comentó Raúl.
–Dime lo que tengas que decir, no estés con rodeos.
Raúl la tomó por los hombros y la giró hasta que quedaron de frente, la miró a los ojos y habló:
–Ya no quiero que seamos novios.
Sofía bajó la mirada. Raúl la abrazó y ella comenzó a llorar en silencio.
–Sabías que tarde o temprano tendría que pasar –continuó Raúl quien ahora le hablaba directamente al oído.
Con las manos aún dentro de los bolsillos, el cuerpo de Sofía comenzó a temblar entre los brazos de Raúl.
–Debemos dar el siguiente paso –agregó– para unirnos para siempre. ¿Estás de acuerdo?
Aquellas palabras no habían sido entendidas del todo por Sofía, hasta que una imperceptible sonrisa apareció en su rostro. Soltó la Beretta 22 milímetros que apretaba con la mano derecha dentro del bolsillo y lo abrazó fuertemente con todo su ser.

Texto agregado el 25-10-2004, y leído por 130 visitantes. (0 votos)


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