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Vaya a saber como se clavó la pegajosa vanidad en la espesura de la selva africana. Lo cierto es que volando como una gaviota, arribó a esos paradisíacos lares una de esas revistitas repletas de modelos muy fashion acompañadas de broncíneos efebos, todos ellos fotografiándose en un hotel de cinco estrellas, subidos en un yate o conversando entusiasmada y apasionadamente bajo unas palmeras arreboladas por un sol casi yaciente. Un búho, que andaba de visita por aquellas míticas tierras en las que Tarzán ya había escrito su propia leyenda, fue el primero que atisbó la despaturrada publicación y como era dado a la copucha aunque lo disimulaba bastante bien, se acercó donde un elefante y este, muy comunitario en sus costumbres, alzó su trompa y barritó, llamando a una asamblea. En cosa de segundos la selva se plagó de animales tal si se hubiese originado un gran incendio y pronto formaron un semicírculo frente al elefante, quien se había conseguido un retroproyector para que todos pudiesen contemplar aquellas inusuales imágenes. La jirafa dijo que no tenía nada que envidiarle a esa flacuchenta que caminaba airosa por una pasarela, el buho se puso triste porque deseaba tener los ojos azules, el león, todo chascón porque recién se había levantado, exclamó: -Así me gustaría verme a mi- mostrando con una de sus patas a un rubio peinado a la gomina. –Ja- dijo la leona –o sea que quieres ser un León Pitt. El elefante quiso tener la nariz más corta, al tucán no le importaba si corta o larga sino que respingada ya que con eso iba a matar. Hasta el burro, que andaba visitando a una prima cebra, se sintió menoscabado delante de esos mocetones musculosos, la hiena, entre risotadas nerviosas, expresó que hubiese dado cualquier cosa por que alguien le quitase esa risa idiota “puesto que tengo entendido que existen unas tribus africanas que pagan muy bien a las plañideras y yo estoy coartando mis posibilidades con esta hilarante característica mía”. Un hipopótamo contemplaba a una espigada rubia y luego se miraba en un charco. Moviendo su cabezota en señal de negación, murmuraba: -Ni con ochenta liposucciones, ni con ochenta. El camello sacó una calculadora de su joroba y después de sumar y restar, dijo: -Es bastante cara una cirugía reparadora pero si somos varios, capaz que nos hagan un precio. El cocodrilo, callado el loro, porque se sabía en desventaja, miraba con ojos arrobados a una morena de labios gruesos y sonrosados. –Así me gustaría tener una boca, que me recondene sino- pensaba tristón mientras un pajarito le picoteaba el lomo. El lagarto se alucinó con la suave piel de las modelos, un shita concurrió con tal celeridad a la convocatoria que pasó de largo y cuando regresó, ya la reunión había terminado. Las gacelas, gráciles y algo alejadas, no tenían nada que envidiarle a esos monumentos de mujeres, un flamenco se lamentaba de tener las patas tan flacas y un oso de tenerlas tan gordas, el rinoceronte, que veía bastante poco, dijo que estaba muy conforme con el tremendo piercing que Diosito le había regalado, los monos se reían a mandíbula batiente de las imágenes e imitativos como son estos animalejos, organizaron su propio desfile de modelos con boas al cuello y vestimentas improvisadas con hojas. Cuando la asamblea terminó, con varios interesados en contactarse con los principales cirujanos estéticos del planeta y otros haciendo sus currículums para postular a los diversos casting, un chimpancé, que se había mantenido al margen de toda esta faramalla, movió pensativamente su cabeza, diciendo: esto se ha convertido en una humana feria de vanidades…



















Texto agregado el 26-10-2004, y leído por 354 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
27-10-2004 sensacional feria, un desfile detodas las especies en las manos de un prodigioso de la imaginación, me quedé pensando si te quedó algun animal por mencionar, felicitaciones!!!!!!!! saludos india
27-10-2004 Qué bueno! Las vanidades acongojan a mucha gente, más que les alegran, pero parece que poca gente está contenta con lo que tiene. Eres un virtuoso de la imaginación y la palabra, ¡Chapeau! y ** graju
27-10-2004 Qué bueno! Las vanidades acongojan a mucha gente, más que les alegran, pero parece que poca gente está contenta con lo que tiene. Eres un virtuoso de la imaginación y la palabra, ¡Chapeau! y ***** graju
26-10-2004 Humor y sarcasmo. Ficción o realidad. Una paradoja que inquieta tan solo de pensar en que pueda suceder algo así. Pero... como va el mundo todo es posible. A tu estilo. Impecable. Shou
26-10-2004 ¡Qué bueno está¡ la verdad que los animales son más concientes que los humanos, y ese chimpance tiene mucha razón, se humanizaron por un momento y perdieron el juicio. jajajajaja. Muy lindo. Saludos. meci
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