Fuera de mí

A Xaviera

Me respiro. Aire sale por mi boca, un aire pesado y fuera de lo común. Es un vapor oscuro con aroma a rosas blancas recién cortadas en un prado canadiense por la madrugada.

Sigo ahí, sin moverme físicamente; pero mi alma empuja mis entrañas para juguetear por primera vez fuera de mí. Desea escapar, yo deseo escapar, ó, mejor dicho, que ella escape de mí. Ella, aspirando y bebiendo de mis jugos carmesí, se empuja a sí misma, por entre mis dientes, sintiedo su efímero aroma en mi garganta: atorándose en en ella como huesillo de dolor, o de culpa quizá, ó... ¿por qué no? Un huesillo de amor: más doloroso aún que el de dolor; más real, más bello y más grande; pero a su vez, el más flagelante y desgarrador de todos.

Mi voz silenciosa la besa, con un amor único, un amor irrepetible por completo, el amor que uno siente por sí mismo. El mejor amor que se puede tener. El más hermoso pudiendo ser al mismo tiempo el más agonizante. Llegándonos a herir a nosotros mismos, clavando puñaladas heladas en ella, justo en el lugar donde la acabo de besar, desangrando su liviano ser.

Por fin, ella logra escaparse. Juega por el aire reducido por el perfume de violetas podridas que está sobrepoblando el espacio eterno de mi habitación.

Quiere voltear a mí, verme y verse a ella misma en el proceso. Se acaricia volátilmente y presiente mi cuerpo inerte, aún sin atreverse a mirarlo fijamente a sus ojos en blanco. Su cabeza se vuelve y hacemos contacto visual por primera vez. Un universo se colapsa durante el tiempo que nos vemos. Mis ojos se eclipsan al mismo tiempo que ese bello universo, al igual que, por fin, lo hace mi vida pasada.

SACC