¿Fue acaso el viento quien se llevo todas nuestras promesas de amor o fue mas bien el silencio quien las enterró?

La música en estos momentos suena tan fuertemente que mis odios quedan sordos por instantes, mientras que mi vista solo logra enfocarla a Ella –desde aquí todo parece tan irreal–, sus anchas caderas se agitan armoniosamente dejando entrever por sus ropas su estómago, sus senos como dos montañas ya exploradas por mis manos permanecen estáticos –estaban fuertemente afirmados–, su cabello logra en instantes reflejar las luces del lugar, y aunque esta lejos, su perfume me envuelve en una neblina de exquisitos aromas –no logro quitar aquellas imágenes de mi mente–.

Ella esta bailando, mientras Yo la observo; su anatomía imperfecta, su mente infantil son cautivantes, pero esta noche Ella no baila junto a mi, Ella no piensa en mi. Esta noche sus ojos son de Otro.

Deseo impetuosamente arrancar de aquel lugar. El aire comienza rápidamente a escasear, me siento asfixiado, tal vez por culpa de la multitud, tal vez no. Sigo mirándola y por un instante veo su rostro, le esta sonriendo, –mientras se movía, le reía–. No soporto más, salgo del lugar y lentamente recobro el aire, pero en mi mente se repite la imagen, Ella le esta sonriendo.

Camino de lado a lado, necesito despejar mi mente y aunque se que cualquier solución se encuentra junto a Ella imagino soluciones alternativas, indoloras, simplemente mas fáciles. Vuelvo a entrar a aquel lugar, prontamente diviso a una chica, creo conocerla, no me importa, me acerco y le pregunto su nombre.

Ahora somos cuatro bailando dentro de una multitud.

Sigo con esta otra chica, deseando que fuera Ella. La tengo entre mis brazos, acerco su cuerpo al mío –parecía tener frío– , y repentinamente nuestros labios también bailan, nuestras lenguas conversan y nuestras salivas forman un almíbar dulce –pero no tan dulce como la miel–.

Esa noche todos seguimos bailando, todos seguimos riendo. Yo estaba solo, pero junto a esa otra chica.