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Un Día Normal.




El día era caluroso. Su frente estaba tan mojada por el sudor, pero eso a estas alturas resultaba ser un detalle. El calor que él sentía en ese instante se debía a algo que se escapaba de su control.

Sentía como unas manos inquisitivas registraban sus bolsillos, no podía evitarlo, tampoco que la sangre se escapara de su cuerpo. Manuel tenía ganas de reaccionar y defenderse, pero era inútil, porque sus fuerzas también desaparecían. Trato de enfocar la mirada pero las lagrimas espontaneas se lo impedían. Estaba solo, a pesar de que la gente se acercaba y lo empezaba a rodear de a poco para ver lo sucedido. Una señora con grandes bolsas de supermercado grito por el pánico que le produjo la escena. El tipo que le registraba los bolsillos, huyo.

Ahora el sudor se transformaba en un escalofrío que recorría todo su cuerpo. Ya no era calor lo que sentía, sino frío. Comenzó a tener pequeños espasmos. Pareciera que su cuerpo hubiese esperado a que el ladrón escapara, para mostrar su verdadero estado y no darle la victoria completa. Aun así, ya no había mucho que hacer, el día para el ya no era luminoso, a cada segundo se transformaba en una oscuridad fúnebre que adelantaba lo que iba a suceder dentro un momento. Un tipo se acerco. Le tomo la mano, y le dijo cosas que el ya no entendía. Yacía en el suelo. La calle era Balmaceda. Siempre le gusto esa calle. Y el parque que la acompañaba por su flanco derecho. Recordó que muchas veces paseo por ahí, de la mano de su querida Cathy. Ahora le gustaría verla, tocarla, abrazarla, en fin, saber que ella esta bien. Y tal vez besarla y hacerle el amor. Recordó la foto de ella que tenía en su billetera, que de seguro ahora estaba en poder de ese miserable ladrón. Hubiese querido verla por última vez, pero ya era tarde. En ese instante sintió que ya no tenía frío, y que la oscuridad ya no era tan hostil. Ya no sentía su cuerpo, ni a la gente que lo rodeaba. Para él era como si todo el mundo hubiese dejado de existir, aunque en realidad era él el que lo hacía.

Antes de morir alcanzo a esbozar dos pequeños murmullos:

-Cathy, Cathy…

La señora con las grandes bolsas de supermercado, penso que ese nombre probablemente pertenecía a su novia.




El día era caluroso, y el sudor cubría su frente. Aunque a decir verdad , eso resultaba ser un detalle. El verdadero motivo era otro, muy opuesto a las condiciones climáticas. Se trataba de la excitación, la que provocaba esa reacción en su cuerpo. Hacía tiempo que Jonathan había dejado de sentir miedo o pena o lastima, ahora solo sentía una morbosa excitación al asesinar a alguien, una enfermiza satisfacción al ver los ojos agonizantes de sus víctimas. Además su estado continuo de enajenación debido a las drogas que consumía, lo hacia mas violento que de costumbre, y era bastante común verlo envuelto en alguna pelea callejera. No lo hacia siempre, trataba de evitar cualquier enfrentamiento, pero si llegaba el momento de actuar, no titubearía en ser el primero en asestar el primer golpe y tampoco dejaría que fuese un golpe en vano, sino que tenía que ser el definitivo y mortal.

Pendejo estúpido- pensó, mientras se alejaba del lugar de los hechos. Todavía recordaba su mirada perdida en el vacío de la muerte.

Si no hubiese abierto la boca, ahora no estaría muerto el pobre idiota- reflexiono con desdén hacia su víctima.

Todo paso muy rápido. Alguien intentaba robar a un descuidado pasajero en una micro que estaba estacionada en la calle Balmaceda, justo a un lado del parque de los reyes. El bus se detuvo para recibir pasajeros y en un instante había un ladrón abriendo la mochila de un estudiante que estaba parado en la pisadera del vehículo esperando su turno para pagar su pasaje y abordar el vehículo. Manuel vio lo que estaba pasando y recordó que muchas veces le había sucedido lo mismo y nunca nadie había hecho nada para advertirle lo sucedido, a pesar de que todo el mundo se daba cuenta, claro, menos él. Siempre el viaje en micro era seguro si uno iba sentado, sin embargo, si el pasajero se iba de pie, esto resultaba todo un riesgo; la seguridad de estas maquinas era totalmente vulnerable a robos y atracos a choferes y todo tipo de delitos que se pudieran realizar en un bus de la locomoción colectiva. Así que en un acto reflejo-mecánico que no pudo entender, actuó. Le advirtió al descuidado muchacho y encaro al malhechor. En ese momento creyó haber cometido un error, pero ya no podía parar. Penso que la gente que estaba en el bus lo iba a apoyar, pero no fue así. Jonathan se enfureció, lo golpeo y lo hizo descender a la calle.

- ¿Porque te metes huevón?.
- Para que no le robes al muchacho, ladrón de mierda- le dijo Manuel, mientras forcejeaba con el delincuente.
- ¿Y que te importa a ti este pobre huevón?.

Manuel no le respondió, en vez de eso se concentro en ganar la contienda con sus mejores golpes, la gente de la micro los miraban pero ninguno intervenía, ni siquiera el estudiante al que Manuel había ayudado. Los manotazos no duraron mucho. Manuel estaba ganando la batalla de la manera mas digna. En cambio Jonathan no se veía muy bien. El efecto de la pasta base de la mañana empezaba a desaparecer y se sentía mas debil así que decidió usar su arma secreta. Un cuchillo de diez centímetros que escondía en la parte posterior de su cinturón y que quedaba oculto tras una chaqueta bastante ordinaria de cuero.
La estocada fue limpia. Atravesó su pecho y lo saco de inmediato. Manuel se desplomo sobre el suelo. Jonathan tomo su billetera y un teléfono celular que Manuel guardaba en uno de los bolsillos del pantalón.
Jonathan lo miro a los ojos. Habían lagrimas, eso le gusto, se sintió fuerte. Por un instante recordó cuando cometió su primer delito. Se acordó de cómo lloraba su primera victima, era mujer, el también lloro, nunca antes había asesinado a nadie, esa vez lo hizo por 5000 pesos que le robo de su cartera y fue por necesidad e inexperiencia, hoy lo hace por drogas. Penso en rematarlo en el suelo, pero los gritos de una señora con grandes bolsas de supermercado lo hizo reaccionar. Se echo a correr y nadie intento detenerlo.

La cuchilla aún estaba manchada con sangre. La limpió con un pañuelo, sin embargo la culpa seguía en ella y la sangre, lo delataba, solo bastaría una impensada coincidencia y así las paradojas del destino se encargarían de cobrárselas todas juntas en un solo instante. En el bolsillo trasero tenía una billetera que no le pertenecía y en su mano había un celular que sonaba con insistencia. El ringtone era de Radiohead, pero el no lo reconoció. Decidió apagarlo.

Se dio cuenta de que estaba cerca de la fuente de la fuente de soda donde él acostumbraba ir a vender las cosas que robaba. Penso que tal vez el Lucho le daría un buen precio por el teléfono o la billetera, aunque a decir verdad, el nunca le compraba nada.



Luis miraba el reloj de la pared con impaciencia, estaba preocupado por que su hijo aun no llegaba. El quedo de pasarlo a buscar a su lugar de trabajo: la fuente de soda, pero no llegaba. Así que decidió irse del lugar, penso que probablemente se le había hecho tarde y que seguramente lo vería en casa mas tarde. Fue al baño, que estaba en el subsuelo del local y se lavo las manos, el día era caluroso, aunque en su trabajo, eso solo era un detalle. Luis era el cocinero, pero a veces se desempeñaba de mesero y cajero (dependiendo el caso), pero su obligación era la cocina. Cuando volvió se encontró con Jonathan que estaba apoyado en la barra de la fuente de soda.

- Hola ¡poh! Lucho, ¿cómo estay?
- Hola. Bien.

Luis lo miro con desdén, nunca le cayo bien Jonathan, sabía que era un ladrón que iba hasta su lugar de trabajo para venderles a los clientes las cosas que robaba. No podía evitarlo. La fuente de soda se encontraba situada en un barrio nada puritano ni santo. No era raro ver a prostitutas y ladrones. Y denunciarlos no servía de nada. Ya que a los tres días estaban libres y con ganas de cobrarse la afrenta. Así que Luis decidió un día, no hacer nada ¡Total!, ¿Que podía hacer él frente a un sistema deficiente y a veces corrupto como era el poder judicial?.
Jonathan puso el cuchillo envuelto en un pañuelo sobre el mesón, se podía ver algunas manchas de sangre, Luis sabía lo que era eso de inmediato, no necesito tratar de adivinar la forma para saber de que se trataba.

- ¿Hoy lo tuviste que usar?- Pregunto Luis, mirando al objeto enfundado en su falsa protección.
- Sí, en un pendejo estúpido que no supo quedarse callado el muy huevón.
- ¿Te delato en algo que estabas haciendo?
- Sí, pero antes de que pudiera hacer algo, se la clave, cuando me arranque se estaba desangrando, ¿Quién sabe? Tal vez ahora este muerto por huevón – lo dijo con tanta frialdad que Luis se estremeció de rabia.
- Mira le robe esto.

Y con la mano derecha agito el teléfono celular. Luis lo miro y pareció reconocer algo en el.

- Y también tome esto.

Y con el dedo índice y el dedo gordo de la mano izquierda, sostenía una billetera “Gino Rodinis” muy parecida a la que Luis le había regalado a su hijo para su cumpleaños, un escalofrío recorrió su cuerpo y en un reflejo instantáneo se la arrebato de la mano con un manotazo.

- ¡Ah! Te gusto la billetera- dijo Jonathan con una sonrisa diabólica dibujada en su rostro.


Al abrir la billetera se encontró con la foto de Cathy, la novia de su hijo Manuel. La certeza del hecho lo colmo de una sensación de pánico y miedo. Jonathan seguía hablando. Luis lo interrumpió:

- ¿Que hiciste con los documentos del muchacho?.
- Lo bote a la basura.
- ¿No te fijaste en su nombre?
- ¿Y para que me iba a fijar en eso?
- Solo dime si te fijaste en el nombre.
- No, no lo hice, ¿Pero que te importa?.
- ¿Cómo se llamaba?
- No sé, ¿Qué te importa huevón?, mira si no te gusta la billetera, tengo el celular- dijo Jonathan. Al terminar de pronunciar esas palabras se dio cuenta de que había cometido un error, pero su estúpida enajenación, no le dejaba razonar bien.

Luis lo tomo, lo hizo funcionar y vio que tenía el mismo saludo inicial que el teléfono su hijo, ya no había duda, sintió algo raro en el, no sabía que era, nada, no entendía bien, pero reacciono, miro a su alrededor, tomo aire, se fijoen el rostro que tenía en frente. Recordó la presencia de Jonathan. Luis lo miro, hubo un silencio eterno, la gente no se daba cuenta de lo que pasaba, ni de lo que iba a suceder en un par de minutos mas. Cada uno vivía sus propios problemas. Los rayos del sol se colaban por los ventanales del local, haciendo que la temperatura se elevara mas de lo que realmente hacía dentro del lugar. Jonathan levanto la mirada y dijo:

- El muy idiota se lo busco, hubieras visto su cara, estab...

El pánico y la pena de Luis se transformo en furia y rabia. En una rabia que nunca antes había sentido.

- ¡Vidal!, cero que ese era el apellido. No sé porque me dio por mirar el nombre en el carnet. Vi algo familiar en el, debió ser por eso. Que curioso, es igual que el tuyo, Lucho- dijo jonathan. En ese instante, se dio cuenta de que había cometido un nuevo error -. Luis miro el cuchillo y lo tomo.




Tu... tu... tu... Por favor deje un mensaje en el buzón de voz.

Hola soy Manuel. En este momento no te puedo atender, por favor deja un mensaje y yo te vuelvo a llamar, gracias.

Seguía insistiendo, pero nadie respondía, solo escuchaba esa monótona grabación. La voz de Manuel la tranquilizaba, pero su conciencia la condenaba. Ella sabía que había cometido un error del cual ya no podía resarcirse.

Dejo el teléfono en el velador, a su lado estaba, aun dormido, el cómplice de su desdicha. Toda acción tiene una reacción o consecuencia, penso, aunque esto nadie lo sabia. Ella sintió vergüenza y algo de culpa, el problema era que ya no podía hacer nada, solo escapar, tratar de arreglar un poco las cosas. Sintió una sacudida en la cama, su acompañante había cambiado de posición y ella cambio de pensamiento, recordó que hoy es un día especial. La palabra aniversario desbordó su mente. Dos años y una infidelidad, dos años y un amor viciado, dos años y una nueva sacudida en la cama. Miro nuevamente al tipo a su lado y decidió irse sin mas que decir ni que pensar.



Se peino y se vistió, trato de no hacer ni el menor ruido para no despertarlo. El motel donde estaban no era muy elegante, solo servía para cumplir el objetivo por el cual existen estos lugares. Penso en decirle todo a Manuel, no sabría como reaccionaría; o mejor no, ¿Para que decirle?, solo necesitaba verlo para caer en sus brazos y así limpiarse toda esa culpa que llevaba encima, sí, eso sería todo, hacer las cosas como en un día normal, aunque este no lo fuera.

Volvió a marcar el numero.

Tu… tu…

-¿aló?
Cathy no reconoció la voz.
-¿Con quien hablo? – pregunto.

La voz se identifico como oficial de carabineros. La angustia se apodero de ella, pero sin que nadie se lo dijera, un presentimiento le hizo entender que ya no podría tener días normales con el hombre que amaba.



El cuervo__

Texto agregado el 06-11-2004, y leído por 172 visitantes. (0 votos)


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