La nostalgia que sacude los huesos roe las paredes de sofocación que rodean mi alma,
las cicatrices de sueños se ven acariciadas por tu lengua sedienta,
la tristeza que marca los nudillos que han golpeado su rostro se ven rotos
en pedazos de cristal, de ópalo ambiental que subyuga la niebla de tu aliento en un
cascarón de miedo.

La violencia de extrañarte,
el morbo de entrañarte,
lo mórbido de espiarte
y lo despiadado de amarte;
todo converge en una hoguera de pasión,
de risión,
de escozor;
una desazón que prevalece con la inercia de tus movimientos pausados,
hipnóticos;
de una cadencia que toma extensión de mi pecado,
de mis trazos enlazados
y mi sangre efervescente,
renuente,
embelezada por las sombras de tus ojos,
de tu tacto enfermizo
y tú resuello fétido.

Alma de cascajo indeleble,
insignificante matriz de belleza;
calma el ansia de asesinarte
y de saludarte con el suicidio,
Resuena en un pensamiento que se hace infinito
al volver de la muerte y ser inmortal…