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Inicio / Cuenteros Locales / guinemona / Crímen en la Catedral (Inspirado en un Caso Real)

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Capítulo 4

“¿Será hoy el día en que Verónica Rippes hallará el comienzo del fin de su pesadilla?”

Ese día la detective Rippes amaneció con la convicción que lograría aclarar el caso.

Partió muy de mañana, con su ayudante, destino al conventillo del barrio Franklin. La detective estaba segura que esa melosa brujita que decía ser la abuela de Zacarías, escondía más de algo en sus esotéricas faltriqueras. Por supuesto que la mujer les recibió con toda clase de atenciones, les sirvió una taza de café a cada uno y ese día parecía estar insoportablemente efusiva. Siguiéndole el juego, Rippes accedió a que les leyera la suerte, mientras Cartes, el ayudante veía como su destino se distribuía sobre la mesa en forma de multicolores cartas, la detective adujo un fuerte dolor de estómago por lo que pidió a la mujer que le indicara el baño.

Mientras Elena coqueteaba con el policía, describiéndole lo que, según ella, era el futuro que a él le esperaba, Verónica Rippes se deslizó subrepticiamente al dormitorio de la mujer y estremecida por el evidente desorden que imperaba en la habitación, se dedicó a hurgar en cuanto cajón encontró. Revisó con nerviosa ansiedad diversos papeles ajados e ilegibles, recetas de todo tipo y muchas fotografías, curiosamente en una de ellas, Elena en una cariñosa pose junto al doctor Kausel. Detrás de la fotografía, estaba escrita con lápiz azul la siguiente fecha: 22 de Febrero, exactamente cuatro meses atrás.

Este descubrimiento significó estrechar el cerco en torno a estas dos personas. Verónica Rippes guardó celosamente la eventual prueba.

Días más tarde, Elena se dirigió al centro de la ciudad para encontrarse con un extraño. El tipo parecía corresponder a la descripción que hizo el vendedor de discos, era alto, delgado y con un curioso bigotillo al estilo Hitler. Fueron fotografiados por una oportuna cámara y con esta evidencia en las manos y luego de ser reconocido el tipo por el coleccionista de discos, Elena fue citada a declarar. Puestas ambas fotografías delante de sus ojos, la mujer comenzó a titubear y por primera vez se le vio un tanto preocupada. Dijo que el tipo del bigote era un antiguo amigo que se encontraba hacía varios meses en la capital en busca de alguna ocupación. Con respecto a la foto en la cual aparecía junto al doctor Kausel, explicó que se trataba de una humorada, puesto que el médico aquel se había encariñado bastante con el muchacho y con ella.

Ubicado el hombre del bigote, quien dijo llamarse Nelson Matties, de alguna manera confirmó la versión de Elena pero el asunto del disco no quedó muy claro, ya que dijo que era para hacerle un regalo a uno de sus amigos.

Días después que se leyera el testamento del padre Antonio, sucedió algo que terminó por aclarar el sanguinario asesinato. Nelson Matties fue encontrado agónico en el cuarto que arrendaba en las inmediaciones del barrio Estación Central. Varios disparos realizados a quemarropa lo tumbaron en el piso y allí fue encontrado horas más tarde por una empleada de la residencia. Debatiéndose entre la vida y la muerte, Matties tenía estados de cierta lucidez, lo que fue aprovechado por la detective Rippes para interrogarlo, previo consentimiento del médico de turno. El hombre yacía en su lecho, con miles de tubos surcando su cuerpo tal si fuese una patética marioneta. Rippes se acercó a su lado y muy quedamente le pidió que le dijera quien había atentado contra su vida. El pobre hombre abrió sus grandes ojos, la miró con aterradora fijeza y abrió su boca para pronunciar algunos sonidos que se negaban a materializarse en palabras.

-Dígame por favor, señor ¿Quién le disparó?

El hombre cerró sus ojos y antes que su alma se escapará por algún intersticio de su cuerpo, susurró: él…el doctor…

¿Kausel?-le preguntó Rippes al espacio dejado por ese ser que ya no existía. Era evidente que el moribundo se refería al médico que atendía a Zacarías. No sería nada de raro que también estuviese involucrada la abuela del muchacho. ¿Qué extraño asunto era este que hermanaba a estas personas, tan disímiles entre sí pero seguramente unidas por un objetivo común?

La revisión exhaustiva de la pieza del fallecido, arrojó un par de pistas. La primera: la boleta por la compra de una daga en una armería del centro. La otra, un cheque extendido por el doctor Kausel a nombre del occiso y que se encontraba entremedio de unos libros. La cantidad era ínfima: dieciocho mil pesos.
Con respecto al arma, el dependiente recordó habérsela vendido a un tipo de extraños bigotes, quien adujo que la necesitaba para ir de caza. Los detectives le mostraron la fotografía de Matties.

-Si, si, ese era el hombre, me llamó mucho la atención su mirada un tanto fija.

-¿Pagó con cheque o con billetes?- preguntó Rippes.

-En efectivo. Y eso fue algo que también me extrañó porque personas de su tipo sólo se manejan con cheques.- dijo el dependiente.

-¿Reconoce usted esta daga?

El tipo revisó cuidadosamente el arma y concluyó que era la misma que le había vendido a Matties.

Poco después se supo que el doctor Kausel había vendido todas las propiedades heredadas y que se disponía a viajar al extranjero.

Todo se aclaró una tarde nublada en que la detective Ripper se encontraba en su despacho cotejando las evidencias. Alguien le informó que una mujer deseaba conversar urgente con ella. Era Elena, la abuela de Zacarías, que parecía haber envejecido de golpe, puesto que evidentes arrugas surcaban su rostro agitanado. La mujer se acomodó frente a Verónica, quien en ese momento ya tenía casi resuelto el caso.

- No me diga nada- dijo la detective. Me parece que ya tengo muy claro en mi mente lo que acaba de sucederle. Elena, llorosa, la quedó mirando con su boca entreabierta.

–Me imagino que tiene mucho que contarme ¿No es así?

-Si, así es…- dijo la mujer gimoteando.

-Me dirá que existía una promesa que por una villanía de alguien se ha roto ¿Me equivoco?-

-No, tiene usted razón.-

-Ahora sufre porque eso involucraba también su corazón ¿No es verdad?-

La mujer bajó la mirada y se llevó sus manos a la cara para ocultar su vergüenza, su pena o ambas cosa a la vez.

-El hombre que se rió de usted es un médico y ese médico se llama…Armando Kausel ¿Estoy en lo cierto?-

En ese punto, la mujer se derrumbó y llorando a mares comenzó a soltarlo todo. Era una inmensa frustración aquella, que ahora encontraba el cauce de las lágrimas y de las palabras que se escapaban entrecortadas por el hecho de mantenerlas en el umbral de su boca mientras en su corazón aún se justificaba la esperanza.

-Fue una idea que maquinó Armando-dijo la mujer entre sollozos. El sabía que estaba entre los herederos del padre Antonio y su desmedida ambición le llevó a idear ese terrible crimen. El nunca se hubiese atrevido a cometer el homicidio pero su gran intelecto le llevó a urdir el maquiavélico plan que involucró a mi nieto. Me juró que al muchacho nada le pasaría. Que debido a su enfermedad sería enviado a una institución y al cabo de un tiempo él haría todo lo posible por dejarlo en libertad. Entretanto me sedujo, me dijo que me amaba y yo, triste mujer solitaria, creí todas sus promesas. ¡Como me arrepiento Dios mío!-

La detective Rippes contemplaba a la mujer con su consabida frialdad.

-Entonces me manipuló para que accediera a que mi nieto se sometiera a varias sesiones de hipnosis. Allí supo hasta donde podía llegar mi muchacho y cuando estuvo convencido de ello, puso el arma homicida en sus manos para que, en medio de una total inconsciencia pero determinado por un mandato diabólico, degollara a ese pobre sacerdote.

-Usted sabía que ocurriría ese crimen. ¿Tan enceguecida de amor estaba que no hizo nada por impedirlo.-

-Parece que él tiene facultades inmensas para dejarlo a uno en la penumbra de las ideas. No, no me parecía malo en ese momento. ¡Que error! ¡Que gran error!-

-¿Le prometió matrimonio? ¿Dinero?-

-Todo, todo eso me prometió.-

-Si el no la hubiese abandonado ¿Estaría usted aquí?-

-No lo sé, no lo sé señorita. La culpabilidad no me dejaba dormir. Tenía claro que mi nieto era un homicida, que nosotros lo habíamos involucrado en eso. Pero aún tenía esperanza que nuestra suerte cambiaría y que contaría con suficiente dinero para pagarle un buen tratamiento-.

-Y Matties ¿Qué papel jugaba él en todo esto?-

-El fue quien realizó la parte práctica, compró el arma y el disco con el cual se induciría a mi hijo a ser un verdadero kamikaze. También recibiría una importante comisión por su trabajo. Sólo que quiso cobrar luego el doble de lo estipulado y eso enfureció a Armando. Pero él no lo asesinó.-

-¿Quién entonces?- preguntó Verónica admirada con tanta intriga.

-Matties era un pájaro de cuentas buscado mucho tiempo por la mafia para cobrarse venganza. No fue difícil para Armando tomar el teléfono de alguien que él sabía que iría corriendo con el cuento a la guarida del capo. En cosa de horas, Matties fue ubicado por los sicarios, quienes se cobraron lo suyo. Lamentablemente para Matties, sobrevivió para delatarlo.-

-Por supuesto que ahora Kausel escapó con todo el dinero y a usted no le tocó nada.-

-Si. El viajaba anoche.- dijo Elena con tono lastimero.

-Dice usted bien: viajaba, ahora él está detenido y ya confesó todo lo que me acaba de contar. Aunque usted lo dude, también a él lo agobiaba su conciencia y créame que ahora su rostro refleja si se quiere un gran alivio.

Elena fue encarcelada y tiene para veinticinco años de encierro, un tiempo demasiado largo para estar a solas con su conciencia. Zacarías fue declarado sin discernimiento y ahora está recluido en una clínica de rehabilitación. Es un muchacho pacífico que aún no dimensiona lo que hizo. Ahora escucha música y lo que le inquieta son los ruidos y las risas que emiten sus compañeros de celda…


**FIN**

Texto agregado el 11-11-2004, y leído por 185 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
11-12-2004 Me ha gustado desde el principio. Un excelente en todo a los dos. Un saludo de SOL-O-LUNA
11-11-2004 Buenissiimo, una historia exquisitamente narrada, deliciosa, intrigante, misteriosa...espero que no sea la última yoria
11-11-2004 Ha terminado el caso la detective Rippes y para mi alegría personal, no era el responsable directo, el joven esquizofrénico. Hay todo un desarrollo de acontecimientos que engalanan la historia y la hacen atrapadora, muy buen trabajo en dupla, felicitaciones por un excelente fin del cuento Mis cinco estrellas y felicitaciones. Ignacia
11-11-2004 Mediante hipnosis crearon a un kamikaze en una historia de intriga, desvelos y desafío detectivesco. La narración, magnífica, así como la manera de hilvanar los acontecimientos, la llegada de información. Me ha encantado, habéis hecho un trabajo realmente bueno. Abrazos amigos!! LoboAzul
11-11-2004 muy bueno hasta el final, excelente india
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