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Ticket to ride

Las seis, la hora grave, piensa Ignacio. La hora dorada en que todo el barrio de la Recoleta empieza a cambiar, a prepararse para la noche. No le gusta esa hora donde todo gira al lila ó al gris.
Ignacio enciende otra vez el medio cigarrillo apagado y siente en la lengua el sabor amargo y picante del tabaco. Con un ojo lloroso por el humo, presiente mas que mira el semáforo. Baja la mirada hasta las vainillas brillosas de los baldosones pegajosos de Buenos Aires noventa y nueve por ciento de humedad. Siempre paró en la esquina de Quintana. Siempre lo asombró tanta joda y levante frente a un cementerio. Tanto celular, coche descapotable y tanta minita casi en bolas. Conchetas histericonas y medio putas, pero solamente con los tipos de celular y descapotable. A él, ni pelota, salvo alguna miradita codiciosa y furtiva, a escondidas de los amigos finos. Ignacio se sabe alto y fuerte. Sabe como se le marcan las venas y los tendones del antebrazo cuando pasa el escurridor por los parabrisas. Autos recién salidos de las cocheras subterráneas de edificios donde porteros lúmpenes lo miran parados entre el miedo y el desprecio. Y sabe que las minitas rubias le miran los tendones fuertes y las venas gruesas. Y sabe lo que se imaginan mientras sonríen con falsa ternura al gil blandito y perfumado que maneja el bote. Y se imaginan bien, piensa.
Amarillo. Tira el cigarrillo infumable con bronca. Se le dibuja en la boca una mueca de asco profundo, como si en el fondo de la memoria supiera exactamente cuantos cigarrillos ha fumado en su vida. Como si pudiera calcular los kilos de nicotina que ha metido en los pulmones villeros. Rojo. Se zambulle de cabeza entre los autos parados en el semáforo y comienza a agitar el escurridor mugriento frente a la gente limpia, tensa y distante. “Dale viejita, dame una moneda que te lo dejo como de fábrica”. Recita.
Como vive en la Recoleta más horas por día que el más cheto del barrio, sabe que si tuviera la piel un poquito más clara y necesitara dos colectivos menos para llegar a Quintana, lo llamarían “Nacho”. En cambio, como es morocho y de Claypole, es solo “el Titi”. Lo piensa y una sonrisita amarga se le enciende en la cara apurada. Solamente la vieja lo llama Ignacio. Y siempre diez segundos antes de revolearle algo por la cabeza cuando el ó ella están medio en pedo ó fumados.
Una rubia en un Peugeot le sonríe y le deja limpiar el vidrio. Ignacio sonríe también, agradecido, y limpia. Ignacio aprovecha y de refilón le va mirando las piernas entreabiertas bajo la pollera cortita. “Porqué carajo el embrague y el acelerador no estarán un poco más separados todavía”, piensa. La rubia lo mira duro a los ojos. Va sola en el auto. Lo mira sin cargo de conciencia ni disimulo. Ignacio alucina que la rubia entreabre esas piernas tan tocables un poco más de lo necesario. Verde. Los autos comienzan a pasarle por el costado. Salvo los que están detrás del Peugeot. Esos comienzan a putearlo y a el no le importa. Porque ve a la rubia escribiendo muy rápido algo sobre un ticket del super, apoyando el papel en el muslo blanco. Y en lugar de las monedas de mierda que Ignacio espera, la mina le entrega el papel escrito de apuro: Es su entrada personal al paraíso, un número de teléfono. Ignacio se queda inmóvil con el ticket del super apretado entre los dedos arrugados por el agua y mirando la cola del Peugeot que arranca y se aleja. Siente la sangre correrle más fuerte por la entrepierna, sueña con la piel suave y los ojos duros de la rubia. Piensa en dos ó tres cosas que le va a hacer cuando la tenga. Reacciona, gira y encara hacia el cordón y los baldosones húmedos. De repente, por un solo segundo ya es feliz. Da un paso y piensa. Antes de dar el paso siguiente, una 4 x4 sucia de barro y campo le pega de lleno a la altura de la cadera y lo quiebra al medio. Al caer, la rueda oscura le pasa sobre el pelo oscuro. El antebrazo poderoso se estremece espasmódico y solo, sin Ignacio. Pero el ticket del super está seguro, todavía apretado fuerte entre los dedos arrugados.
M.R. Gorenstein

Texto agregado el 16-10-2002, y leído por 389 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
21-10-2002 Me adhiero al comentario de Marxxiana. Ni una coma de más. soysoloyo
17-10-2002 Excelentes descripciones, terrible final. Me gustó más que mucho. marxxiana
 
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