Segundo lugar, Concurso de Cuento y Poesía de loscuentos.net. Categoría: Cuento

SUEÑONIRIA

Por: Tinchoazar

“Finalmente el flete llegó tarde,
pero ya me había levantado (y no quedaba más café)...”
Palabras del Mártir Azán.

Ojeroso y cansado pedaleaba cuesta arriba en mi bicicleta roja de asiento chiquito (anatómico-deportivo... eufemismos de chiquito y duro, incomodísimo). Harto de pedalear y saturado de sueño, hambre, sueño, sed y mucho sueño. Realmente en lo único que pensaba era en llegar a mi casa, abrir la puerta, subir por la escalera hasta el dormitorio para despertar a mi primo, bajar a desayunar, ducharme y dormirme contento arrollado en mi cama entre mantas, colchas y almohadas. Abrir la puerta, subir por la escalera hasta el dormitorio para despertar a mi primo, bajar a desayunar, ducharme y dormirme contento arrollado en mi cama entre mantas, colchas y almohadas. Subir por la escalera hasta el dormitorio para despertar a mi primo, bajar a desayunar, ducharme y dormirme contento arrollado en mi cama entre mantas, colchas y almohadas. Bajar a desayunar, ducharme y dormirme contento arrollado en mi cama entre mantas, colchas y almohadas. Ducharme y dormirme contento arrollado en mi cama entre mantas, colchas y almohadas. Y dormirme contento arrollado en mi cama entre mantas, colchas y almohadas. Arrollado en mi cama entre mantas, colchas y almohadas. Dormirme contento. Dormirme. Dormir. Dorm.
Llegué a mi casa, abrí la puerta, subí por la escalera hasta el dormitorio para despertar a mi primo, bajé a desayunar, me duché y me senté cansado y triste sobre la caja en que estaba embalada mi cama. Llegué a mi casa, abrí la puerta, subí por la escalera hasta el dormitorio para despertar a mi primo, bajé a desayunar, fui al baño, entré desnudo en la bañera y abrí por completo la canilla de agua caliente: nada, ni una gota. Llegué a mi casa, abrí la puerta, subí por la escalera hasta el dormitorio para despertar a mi primo, bajé a desayunar y... cafetera vacía, sin plata para comprar leche. Llegué a mi casa, abrí la puerta, subí por la escalera hasta el dormitorio para despertar a mi primo..., no se movía, estaba frío. Llegué a mi casa, me bajé de la bicicleta, metí la mano en el bolsillo derecho del pantalón... y nada; en el izquierdo... y nada; los bolsillos de atrás... y (lo de siempre con ellos) nada; me quedé sin bolsillos, sin llave, imposible entrar.
Me desperté zigzagueando en mi bicicleta por el medio de la calle y con un Falcon verde desesperado medio metro adelante; inútil cualquier intento de maniobra. Al chocar me estrellé contra el parabrisas del automóvil y rodé hasta el suelo. Allí me quedé tendido... no podría decir por cuánto tiempo. Cuando abrí los ojos estaba sobre un colchón muy duro en una sala diminuta con una luz blanquísima que me encandilaba sobremanera. Un hombre me preguntó si necesitaba algo: “Una almohada, por favor” le respondí, y me dormí al instante.