Desde lejos observo y veo, el ser más extraordinario y bello que jamás he llegado a contemplar. Nunca mi imaginación había llegado tan lejos.
Eres tú, que me deslumbras con tu sutileza femenina, con tu cadencia inédita y con tus cabellos dorados.
Tu cuerpo tiembla de incesantes proposiciones, fiel reflejo de tu estimada elegancia.
Contorno, forma y volumen son perfectamente palpables en tu cuerpo de diosa.
Tu mirada es celosa de ser descubierta y tu tímida voz, alimenta mis ganas de tenerla, como si fuera algo frágil que hubiese que cuidar con incesante esfuerzo.
No se nada de ti y por eso me limito a observarte con cautela precisión, sabiendo que mis torpes pasos siempre me acercarán a ti.
A veces pienso que me gustaría saber qué piensas y qué sientes, donde vas y que sueñas, que ves y que te inquieta, que te alienta y te conmueve. Desearía tocar lo que tú tocas, beber de donde tú bebes y sobre todo mirar las estrellas y ver tu cara reflejada en ellas.
No conozco tu nombre, torpe de mí que nunca te lo he preguntado, aunque nunca me ha importado, ya que tu belleza siempre me ha deslumbrado.
Tú duermes mi arrogancia y estimulas mi sensibilidad, captas mi atención sin quererlo, impulsando mi alma hacia tu voz.
Eres la mujer que me inspira y me inquieta, la mujer discreta y secreta, el poder más grande que jamás dios ha creado, haciendo que mis pesadillas tornen en sueños de cálidas melodías románticas.
Y por eso juro ante dios, que tus labios algún día lograré besar y que tu corazón con el mío siempre vivirá, firmando con mi sangre la razón por la cual he nacido.