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Los Dos Guerreros

La escena volvía a repetirse una vez más a través de las Eras: desde que el hombre era hombre y el alcohol se bebía, luego de una ardua batalla, dos guerreros se embriagaban contemplando la cúpula del Universo, hermanados cósmicamente por la amistad, el valor, el honor, el cansancio del cuerpo, pero por sobre todo... el del alma.

Los corazones de aquellos hombres de lucha golpeaban gastados en sus pechos cada vez más despacio, mientras su tremendo trajín se diluía lentamente en los reflejos hipnóticos de la luna en el agua.
Mientras el aire del río les llenaba los pulmones y la bebida, sus nobles espíritus, y una miríada de recuerdos colmaban sus memorias aliviando a sus mentes de la concentración de la lucha; el murmullo del agua y el viento en los árboles acariciaban relajando, a la malla electrificada de nervios que envolvía a las carnes castigadas de aquellos guerreros que, poco a poco, entraban, a pesar del caótico mundo en el que les tocaba morar, en el bendito estado de armonía con la naturaleza y el universo.

Para ellos, el mundo era un enorme campo de batalla en el que la paz sólo aparecía con la fatiga entre luchas, entre un desafío y una peripecia. Ahora lograban atrapar la calma por unos instantes y derrotando al sueño, comenzaban a soñar, a filosofar buscando el sentido de sus luchas... y de sus vidas, tratando de encontrarse a sí mismos en el dorado espejo de la amistad.
La voz de uno de ellos irrumpió suave y contundente como un trueno lejano, arrojando la pregunta como una pesada espada que rasgó el espeso silencio que allí reinaba:
"¿Para qué todo esto... para qué luchamos?"

El amigo comprendió; se iniciaba el juego de siempre, los pensamientos, los sentimientos y las frases célebres jugarían una vez más, sin competir seriamente, sin hostilidad, como cachorros que se revuelcan por el sólo placer de sentirse juntos. No, no estaban solos.

El amigo contestó la pregunta aparentemente obvia con una respuesta también obvia en su apariencia, porque alimentaba intencionalmente a la pregunta original: —“Riqueza, gloria, honor ...”.

—¿ Y para qué más?, ya estoy cansado de luchar.

—Estamos cansados, pero no satisfechos, tendríamos que seguir luchando un poco más, para realmente poder tener la libertad de elegir entre seguir o retirarnos. Sí... definitivamente, debemos ganar esta batalla primero.

—¡Libertad!... ¡Desde que tenemos uso de razón vivimos como esclavos para tratar de alcanzarla, los últimos vestigios de nuestra juventud se nos escapan entre los dedos como granos de arena... y apretando el puño para luchar, me da la sensación que se nos escapan más rápido aún!

—¡Un reloj de arena!, el símbolo del tiempo, la arena que corre hacia su destino inexorable: “la etapa siguiente”. ¿No es preferible intentar atrapar la arena a quedarse mirando el reloj como un simple espectador?...

—A veces siento que me asfixia la arena, siento que estoy en la mitad de abajo del reloj.

—Estamos ganando, amigo mío, estamos en la mitad de arriba, cada segundo que pasa nos libera de un poco de arena, nos estamos desenterrando y cuando pueda liberar mis brazos voy a hacer saltar la tapa del reloj para comenzar una nueva vida, en la que cada momento parezca un año ¡y cada hora... un instante!

La vasta imaginación de aquellos hombres planeó sobre el río como un ave nocturna, desplegó sus alas y levantó vuelo hacia una luna atiborrada por los sueños poéticamente locos que la humanidad entera había depositado allí, a lo largo de su triste y emocionante historia... una historia de guerreros. ¿Cómo sería la vida sin lucha? ¿Qué harían ellos después de la batalla?.
—“Un barco” —pensó en voz alta uno de ellos—. “Voy a vivir en un barco, mi barco, navegando en el Caribe junto a mis amigos, rodeado de islas con palmeras y en una de ellas... ¡una choza de lujo con una piscina que llegue hasta el dormitorio y un jardín tropical con frutos y pájaros exóticos... con hermosas mujeres riendo y corriendo desnudas entre las flores, y, por supuesto... una amarra para mi hermoso barco...”.

Luego de brindar por el barco y la amistad, el otro guerrero decidió también compartir su sueño:
—“Una cabaña, en la orilla de un lago rodeado de montañas, un muellecito con un bote, un bosque donde cazar ciervos y jabalíes. Un hogar a leña y una enorme cocina para agasajar a los amigos creando conmovedoras obras de arte culinario con los frutos de la caza y de la pesca. Estantes llenos de libros, paredes decoradas con todo tipo de armas y recuerdos, observar plácidamente cómo cae la nieve desde la ventana mientras la música y el aroma de los leños embalsaman ardiendo a la cálida atmósfera de aquel refugio”.
Los dos vasos se encontraron violentamente, en un choque que delataba la comunión de los sentimientos de aquellos que luchaban arduamente para algún día, poder vivir en paz.

Una Musa enviada quizás por piedad o por cierto remordimiento de vaya a saber qué Dios, descendió de los cielos revoloteando graciosamente por el éter hasta tocar la mente en reposo de uno de estos hombres. La Musa brindó con ellos, y se fue, pero no sin dejar su huella de mágica inspiración:

—¡"Un refugio", eso es!... ¡Un refugio!

—¿...?

—Una pequeña finca en las montañas, con algunas ovejas y un puestero que cuide de todo, ¡podríamos hasta criar salmones!, necesitaríamos muy poco dinero, casi nada, incluso dejaría una leve ganancia. ¡Comprémosla ahora que podemos!, cuando queramos abandonar la lucha tendremos a dónde ir a concluir en paz con nuestros días...

—¡O a reponer nuestras energías para otra lucha...!—. Se miraron buceando profundamente en las oscuridades de las pupilas del otro, el comentario ocasional los había delatado ante sí: Eran guerreros por naturaleza, el refugio serviría para darles más fuerza y coraje a la hora de luchar, como un oasis donde saciar de vez en cuando su eventual sed de paz. ¿Será el destino del Hombre cargar irremediablemente con un instinto de lucha que desborda al de supervivencia y desafía las leyes de la lógica, derrotándola violentamente con los hechos más aberrantes y los errores más grotescos?.

Quedaron en meditabundo silencio hasta que la herida del horizonte comenzó a sangrar para parir el Sol, aconsejándoles dormir aunque sea solo un par de horas.
Se despertaron sin sentir cansancio y se prepararon para la batalla, tomaron sus pastillas para la presión y partieron raudamente en sus lujosos autos hacia sus respectivas empresas, con el lamento inconsciente de no tener un verdadero motivo por el cual luchar.

Alejandro Racedo "El Loco"






Texto agregado el 26-11-2004, y leído por 173 visitantes. (0 votos)


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