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(Y Nina sigue contando lo que le contaron)

Pedro de Valdivia también llegó montado en un caballo y toda su tropa lo seguía galopando detrás.
Todos los conquistadores tenían esa manía de montar y de apearse cada vez que iban a alguna parte, como los huasitos nuestros.
La señora Gutierrez nos dijo que fueron los españoles los que introdujeron los caballos en América, y también trajeron unos perros grandotes, que después se casaron con otros animaluchos y tuvieron hijos. Es por eso que ahora hay tantos perros raros que vagabundean por las calles.
Don Pedro de Valdivia, por primera vez en la historia, había traído a su mujer que se llamaba Doña Inés y que era muy marimacha, no le tenía temor a nadie ni a nada.
Cuando llegaron se fueron a Concepción, porque querían visitar la selva de Arauco, el volcán Villarrica, el Salto del Laja, enfin, todos los lugares bonitos que hay por aquí. Cuando llegaron al río Bio-Bio no pudieron atravesar, porque los indios mapuches no quisieron dejarlos pasar. Entonces, don Pedro y doña Inés se pusieron a acampar a las orillas del río, para ver si los mapuches se decidían y los autorizaban a visitarlos.
Pasaron allí muchos días y muchas noches, hasta que doña Inés, que ya estaba harta de seguir acampando sin poder ver nada, le dijo a don Pedro que atravesaran de noche y que se escondieran. Cuando ya estuvieron al otro lado del río, muy disimuladamente se pusieron detrás de unos matorrales, después los hombres de la tropa, haciéndose los lesos, empezaron también a atravesar. Entonces, un mapuche que se había extraviado por ahí los vio y se fue a dar la alerta.
Los indios decidieron unirse para elegir un Toqui, así se llaman los jefes guerreros indios, para que pudiera mandarlos en la guerra que querían declarar a los conquistadores.
Hubo muchos candidatos para el cargo, pero como los mapuches no sabían ni leer ni escribir, no pudieron votar, y como tampoco conocían el voto a mano alzada, decidieron imponer una prueba para elegir al más robusto de todos. Y así fue como impusieron que tendrían que caminar un día y una noche entera con un tronco de árbol en el hombro. El que salió ganando fue Caupolicán.
Caupolicán tendió muchas trampas a los españoles, mató a un montón de conquistadores hasta que don Pedro de Valdivia terminó capturándolo.
Los conquistadores convocaron a todos los mapuches para que escucharan la sentencia de condenación a muerte para su Toqui y para que después se quedaran tranquilos. Y delante de todos, los españoles lo empalaron sentándolo en una pica.
La señora Gutierrez cuenta que cuando los españoles llevaron a Caupolicán para sentarlo en la pica, su señora, que se llamaba Fresia, vino corriendo hacia él y le dijo : « ¿No eras tú el que pretendía vencer a los españoles ? Toma a tu hijo, que no quiero seguir siendo la madre del hijo de un derrotado », y diciendo esto, le tiró la güagüita a los pies.
Los españoles sentaron a Caupolicán en la pica y se lavaron las orejas para escuchar mejor cómo gritaba, pero como el Toqui era un hombre muy valiente y soberbio, no quiso darles gusto y se murió sin mover una ceja.
Pasó el tiempo y los mapuches se quedaron tranquilitos por unos añitos. Hasta que de repente se iban de vez en cuando a robar rebaños de cabras, a incendiar haciendas y latifundios, a degollar y a destripar a los españoles que encontraban pajareando por las orillas del río. Entonces, don Pedro de Valdivia se puso a pensar que a lo mejor los indios habían elegido a otro Toqui. Envió espías para indagar y los espías llegaron contando que era cierto, que los mapuches tenían ahora a otro Toqui y que se llamaba Lautaro. Y don Pedro reunió a todo su ejército y los arengó diciendo que esta vez tenían que capturar al nuevo Toqui y que se matara a todos « estos araucanos » (los llamó así porque vivían en la selva de Arauco), que impedían, que se acampara en las orillas del río, que plantaran cosechas y que construyeran sus torres y sus casas. Entonces, todos se pusieron sus corazas y cargaron sus fusiles y cañones y se fueron a hacer la guerra.
Pero Lautaro, que era un Toqui muy valiente, batallador y astuto, les tendió muchas trampas. Los acechó noche y día. Los indios se colgaban de las ramas de los árboles y se tiraban encima de los españoles, excavaban hoyos que disimulaban con hojas secas para que se cayeran adentro, aserruchaban los árboles para que los aplastaran cuando dormían la siesta, hasta que al final, don Pedro, que ya estaba harto de andar persiguiendo sombras que se escondían en las enredaderas, debajo de las piedras y en la copa de los árboles, decidió volverse a su casa, del otro lado del río, para ir a ver a doña Inés que bordaba sábanas y amasaba pan para cuando regresara.
Pero el Toqui Lautaro había decidido capturarlo, porque los españoles cada vez que decían que se iban a quedar tranquilos, apenas los mapuches les daban vuelta la espalda plantaban cebollas y zanahorias, construían casas blanquitas con un patio redondo en el interior, y cuando menos pensaban, surgía una señora bordando al lado de una ventana y aparecían mozos y mozuelas bailando fandangos y taconeando en el salón.
Y así fue como el Toqui Lautaro decidió matar a toda la tropa y capturar a don Pedro.
Cuando lo aprisionó, se lo llevó al interior de la selva y allí todos los indios le hicieron un juicio por « crimen contra la humanidad araucana ». Como los araucanos tenían una religión que mandaba que se acapararan las cualidades combatientes de los vencidos, lo despedazaron y se lo comieron en una tremenda cazuela.
Don Pedro de Valdivia terminó su carrera en el estómago de los mapuches y doña Inés se quedó viuda.
FIN.



Texto agregado el 28-11-2004, y leído por 676 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-03-2005 Excelente, esta niñita es la mejor profesora de historia que he tenido. Felicitaciones y van mis 5* jorval
28-11-2004 He disfrutado de esta lección de historia... barrasus
28-11-2004 Mis calurosas felicitaciones por este viaje a través de esa historia, que nos contaron, en las alas de la imaginación de esa niña de ocho años. Saludos para ti y gracias por los recuerdos que me desempolvaron tus historias históricas. Chao! mandrugo
 
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