| Era una de mis mejores alumnas, en sus opiniones casi siempre certera, inteligente, comprometida. Se leía los textos y los comentaba criteriosa con una sabiduría del alma que yo no sabía de donde sacaba a sus 21 años.
 Un día, al final de la clase, reparé en sus ojitos negros pestañudos sombreados por un pesar y le pregunté:
 
 - ¿ Qué te pasa Angela ?
 
 - Ay profe, es que no sé si casarme
 
 - ¿ Por qué ? y nos sentamos un rato...
 
 - Yo amo al Rodrigo, lo quiero un montón. Pero el quiere casarse y yo no sé.
 
 - ¿Que te pasa?, ¿Quieres hacer otras cosas?
 
 - No si el Rodrigo es super buena onda, yo sé que voy a poder hacer las cosas que me gustan. Nos apoyamos mucho los dos.
 
 Ante mi silencio relajado, tomó un respiro y soltó el meollo del asunto:
 
 - Lo que pasa profe es que yo soy hija de un detenido desaparecido y yo tenía 8 años cuando se lo llevaron y con todo lo que pasó se formó un sentimiento tan especial, que mi papá es como un heroe ¿Me entiende? y yo no puedo comparar al Rodrigo ni a ningún otro hombre con él. El es algo demasiado grande para mí. Es la imagen de hombre que tengo agregó y se le llenaron de lagrimones sus ojitos pestañudos.
 
 - Pero Angela eso es injusto me atreví a decir, contigo, con el Rodrigo. No conociste realmente a tu padre como un hombre normal con sus defectos, sus riquezas. Estas comparando al Rodrigo con un mito, con un fantasma y siempre saldrá mal parado.
 
 Ocho meses después de esa breve conversación me encontré con Angela en la Secretaría de Estudios, venía llegando de una pasantía a Mexico de tres meses.
 
 - Me casé profe hace cinco meses me contó con la sonrisa radiante. Yo me acordé de todas las personas del FASIC que hicieron terapia en medio de tanto dolor y desgarro, entre los cuales Angela había sido atendida por años.
 
 Angela todavía es para mí una de la mejores personas que he conocido como alumna y recuerdo con esperanza sus ideas y sueños tan largos como el tamaño de sus pestañas. Es una tremenda generación sobreviviente.
 
 
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