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LOS NÚMEROS DE LA FORTUNA

Estoy sentado en un bus de los más viejos que he visto en mi vida, le suena cada parte como si sufriera de una enfermedad terminal. La gente que me rodea es bastante peculiar; todos tienen rostros de sufrimiento, de pobreza, de levantarse en la madrugada a llevarle el pan a sus hijos de alguna forma: trabajando, robando, matando, culeando; no importa la forma sino llegar a la choza con seis panes, y cinco huevos para el desayuno, el almuerzo es un lujo, y la comida tal vez será amenizada con una agua de panela con trozos de papel periódico que algún chaman local recomendó para que a los niños no les suenen las tripas; mientras tanto intento leer un libro de cuentos, para tal vez aislar la realidad que cada vez me empujaba más al abismo en el que se encontraba mi vida, la vibración del bus destartalado era demasiado fuerte y leer era un imposible para mis retinas, cerré el libro y medité como encontrar dinero, como sacar de la olla a mi familia que se encontraba comiendo pan viejo y agua con bichos de almuerzo, entonces empecé a mirar las placas de los automóviles que cruzaban la autopista para apostar a algún lotín y salir de pobre para ser un gran hombre multimillonario, en ese momento mi cabeza empezó a divagar, imaginaba una casa, no un castillo, una mansión con reliquias antiguas, con una gran sala y con cincuenta cuartos en donde las camas eran de agua, y la servidumbre se desvivía por atenderme, me imagine en un auto con forma de tortuga cruzando de lado a lado la ciudad en un santiamén, llevando a mi lado a las chicas rusas de las revistas que tanto me gustaban, veía en el 835 de la placa de ese automóvil el número que lograría que todas las mujeres me amaran, veía en el 067 de aquel otro, un yate en el cual recorrería los mares como un antiguo corsario, conquistando el mundo, viendo mi rostro en las portadas de todas las revistas , con un encabezado muy particular: “León Zipatauca el hombre del año”, de pronto en el 652 de aquel camión estaba el número mágico que me daría unos zapatos de esmoquin y un vestido de alto diputado con un reloj que me encandelillaba los ojos al mirarlo de todo el oro que tenía. De pronto regrese a mi realidad, y me di cuenta de que me había pasado del lugar donde debía bajarme, me apresure a la salida y el chofer de bigote de ensalada me dejó en la mitad de la calle, (como todos los choferes de esta ciudad) me bajé feliz, me baje pensando en mi gran riqueza, en mi gran poder cuando de pronto empecé a observar una placa con un número que nunca olvidaría, el 766 que se acercaba cada vez mas y mas a mí, a una velocidad impresionante, y que al fin y al cabo me llevó a encontrar la riqueza más grande que el mundo haya conocido, que ninguno de los hombres más poderosos del planeta tiene, que pocos corsarios en sus largos viajes han logrado obtener, la riqueza de la paz eterna, la riqueza que me otorga mi muerte, no tengo nada y lo tengo todo, no tengo hambre, ni sueño, ni oigo el sonido infernal del bus destartalado, ni tengo que trabajar para un jefe homosexual que cada vez que me doy la vuelta me coge con su mirada el culo, soy feliz, muy feliz, por eso el 766 de la placa de aquel camión que me mató, será el número que más recordare, y el único número que en mi vida me trajo la verdadera fortuna: la muerte.

Texto agregado el 14-12-2004, y leído por 445 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-02-2005 Estuvo bueno, pero lastima el final... ¿Vos estudias medicina o algo asi?, digo por algunas palabras que usas, que le dan "carnadura" a tu texto... peinpot
15-12-2004 me gusto. ¿es cuento o autoproyección? espero lo primero. jeje, saludos. diabloguardian
 
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