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Quiero ser su yerno….

El campo se encuentra enteramente florido, tal como el desierto lo hace después de una lluvia, cuando se viste de todos los colores del universo, así mismo amaneció el domingo en el campo cercano a La Boca en las inmediaciones del lago artificial.
Antonio ha despertado temprano, antes de bañarse con agua del pozo tomó un largo alambrón con el qué en un santiamén logró agarrar de una pata a la pollona mas gordita que andaba en su huerta, con la mano derecha la afirmó de las patas, y con la izquierda le dio una torcida al cogote y tiró con alguna fuerza, midiéndola si para no descabezarla, ella (la pollona) dio algunos aletazos moqueó otro poco y antes del minuto yacía muerta en las manos del Toño, con habilidad, la que el da el vivir sólo, coloca la tetera llena con agua a hervir mientras quita todas las plumas largas que puede retirar fácilmente, cuando hierve se sirve un café, el resto del agua la vuelca en una olla grande que tiene sobre la cocina económica, sume la pollona en agua hirviendo y la retira una vez que se ha mojado entera, ahora con mucho cuidado saca todo el plumaje dejándola limpiecita, los cañones mas largos los quita con un alicate, toma un periódico lo arrepolla y enciende, coloca sobre las llamas al pollo y luego le pasa encima un paño blanco, con ello ha quemado todo los restos de plumas que quedaban, la cuelga, con el cuchillo cocinero la abre quitando todas las viseras, la lava, revisa la pana y limpia el contre, luego la vuelve a colgar, lava sus manos y se sienta a beber su café algo tibio ya, recorre la casa, escudriña los recuerdos que descansan en cada esquina de sus habitaciones, cocina-comedor y dormitorio allí ha pasado sus años desde niño desde que conoció a su padre hasta la muerte de ambos y la emigración de sus hermanos a la gran ciudad.
Su mente se haya ocupada mientras busca su ropa, una camisa roja con cuadros negros y verdes, un jeans azul y un par de botas a las cual ha sacado brillo durante largos minutos, su sombrero huaso de teatina maulina, calza sus pantalones y botas para luego comenzar a afeitarse, pasa una y otra vez la prestobarba, solo cuando siente que la piel está suave lava su rostro para quitar todo resto de jabón y barba, vuelca en sus manos su loción alter shave, el falte le llevó hace una semana una Aqua Velva de Williams, siente frescor en su rostro, pone su camisa y abrocha. Mirando su rostro mientras se afeitaba pensaba en los años que tenía, que se sentía solo y que necesitaba armar “su hogar”, que quisiera ver los ojos de alguna guagua que fuese suya, y más aún, que estaba enamorado de la hija de ño Jacinto adonde se dirigía para conversar el asunto, su amor que cree es correspondido por la María Cristina la mayor de dos hijas de Jacinto.
Fue a buscar su caballo overo, lo ensilló, entre los cueros de oveja metió el cuchillo que usaba en el monte, metió la pollona en una bolsa blanca, montó y silbando comenzó a subir el cerro, detuvo su cabalgadura, la ató a un boldo, desenfundó su cuchillo de la montura y se dirigió al lugar que ya había visto en que había una mata de chagual, hizo las verdes hojas hacia un lado y cortó cerca de la raíz, la levantó, cortó las hojas dejando el chagual limpiecito, luego corto y limpió otro los metió a la bolsa y siguió su marcha galopante ya qué ese día debía cambiar su vida. Bajó al camino real, en la cantina de don Vite desmontó, se tomó una coca cola, le pidió una botella de tinto, Concha y Toro, la embolsó siguiendo su alegre galopar en la mañana dominical...

Jacinto, el domingo se levantó temprano como cada día, apenas aclaraba el día y al primer trino o canto de las aves despierta, salta de la cama, piensa ¿Para que quedarme en cama si hace 5 años duermo solo? Su mujer los abandonó cuando se fue del mundo de los vivos dejándolo viudo con sus hijos ya grandes; hombre de edad mediana, tiene dos reinas, la María Cristina, su niña primera de más de 20 años y a niña Josefa con poco mas de 19, el mayor hace varios años hace que se fue a la ciudad y no regresa sino de tarde en tarde, una vez al año y eso.
Se levanta y parte a su patio, el que le da la administración del fundo para que siembre algunas verduras y pueda criar algunas aves, no tantas si, se las controlan, les alimenta con grano para soltarlas luego, da afrecho al chancho, busca leña, se lava y prepara el desayuno, despierta a sus reinas, ellas se lo agradecen ya que a sus amigas las hacen salir de sus camas al canto del gallo.

“Niñas, levantarse que el desayuno está listo” – les dice el padre con alegría-
Luego de unos minutos los tres se sientan a la mesa a desayunar, café y mate, pan amasado el día anterior y unos huevos revueltos, entre sorbo y sorbo el padre habla.
“Va a venir el Toño”, ¿saben a lo que viene? - en los ojos de Jacinto hay un matiz entre duda y broma –
Las niñas se miran y en sus rostros no hay gestos, están como jugadores de brisca en término de campeonato, al unísono dicen
“No padre”
“Bueno acá le recibiremos y hablaremos, lo que no entiendo es por que me dijo que venía a conversar si siempre viene y nunca avisa; tan caballero” “limpien bien, (orden que está demás ya que las hijas mantienen la casa soplaita) coloquen unas rosas en la Virgen del Carmen (al lado de la imagen religiosa está la de la madre). vi. que ya hay unos tomates maduros así que córtenlos, y con algunas cebollas para hacer una ensalada, tírenle el cogote a alguna polla para una cazuela, o estofada, como quieran prepararla” “mientras yo voy a ir a ver un cerco que parece lo cortaron” - el padre subió al caballo y salió a caminar un rato, a meditar en lo que debía conversar con el toño, que si bien no lo había dicho, pero, sabia que se traía entre manos el muchacho de moledera -
Revisó el cerco, estiró el alambre de púas, luego miró la siembra de garbanzos, tomó varios capis secos y estos se abrieron cayendo la legumbre al suelo, el invierno había llegado con buenas lluvias, las plantas se dieron buenas, los granos están grandes, luego, encaminó las patas del alazán hasta la cantina, se tomó una caña de blanco pidió una botella para el almuerzo, algo se iba a celebrar en la familia ese domingo. A las doce ya estaba de regreso en su casa, (eso de “su”, era solo un decir, ya que era del fundo, de los ricos).
De atrasito llegó el Toño, bajó las dos bolsas saludó a ño Jacinto, luego habló a las niñas: “maté a la polla mas grande que tenía a ver si ustedes hacen una cazuelita con ella, también traje dos chaguales que estaban maduros y tiernos, una ensalaita con ellos, y, cuidaito que a´entro de la bolsa viene una botella de tinto y una bebida para el almuerzo”
“Toño, quitele la silla al pingo, p´a que descanse la bestia, mire que lo necesita como nosotros” – toño, toma el caballo por su rienda y lo lleva bajo un frondoso aromo, allí hay pasto y puede atar a su bestia”

“Pasé por su campo ño Jacinto, las garbanzas están ya secas, en estos días va a tener que arrancar las matas y trillar, buen rinde va a tener ño, las vainas están gorditas y sanitas, así que; cuando quiera me levanto de madrugada y me voy al campo pa ayudarle a arrancar las matas”

“Si, están maduros los granos y creo que el martes que es ferido voy a ir a arrancar las garbanzas y si usted quiere su ayuda le agradeceré”

“Que le hace el agua al pescao don Jacinto, así que acá estaré para que de una sola madrugá arranquemos las garbanzas”

“la era está prepará, lista para apilar y trillar”

“Y Gueno ño Jacinto mi bestia está en buenas condiciones para correr y dejar bien trillado, así que cuente con él también”

“Pancho, pasé por la cantina y había muy poco vino, parece que ayer quedaron con mucha sed después del partido”
“Si, así no más fue, con los amigos del “Deportivo Alianza” del puerto siempre lo pasamos bien, aunque varios quedamos con las patas moradas, después nos fuimos a la cantina en donde teníamos un par de chanchos y algunas gallinitas, el vino casi se terminó por eso ahora había tan poco, el chancho picante dio mucha sed, así que se acabaron casi todas las botellas”

“Vamos p´a la casa para ver si está el almuerzo listo”
“vamos”
Los dos hombres, se encaminan nuevamente a la casa en donde las hijas tienen el almuerzo listo, la cazuela huele a campo, la carne fibrosa de las aves flotan en la olla, la mezcla de los porotos verdes con el zapallo, de la cebolla, la zanahoria, los choclos, las papas, el perejil y las especias hacen flotar en el aire el aroma que abre los sentidos y los jugos en el estomago da cada uno exige satisfacer el hambre. En la mesa, las ensaladas y los platos no faltan los vasos.
El almuerzo duró algo más de una hora, entre plato y plato, salud y salud y al final; la tacita con agüita de cedrón.

“Toño, usté me dijo que quería hablar y además del almuerzo y lo que conversamos en la mañana tu no me hay dicho na” “así que por que no se sincera” o, ¿quieres hablar solo conmigo?
Si ahorita le digo pero si conversamos ajuera, mejor.

“Vamos pa la huerta toño”

“Ño Jacinto, tengo 25 años y uste me conoce desde siempre, sabe que soy bueno para el trabajo, que no le hago el quite al sol ni a la lluvia, que no me quise ir cuando murieron los viejos, que si bien mis hermanos están en la ciudad yo allá no me hallo, así que me quedé por estos lados y vivo solo desde ese día, pero, me estoy cansando de andar solo, quiero tener una familia”.

“¿Y que tengo yo que ver con eso toño?” –Pregunta Jacinto, quien ya ve por donde viene la mano, así que se prepara para recibir y contestar el golpe-
“Usté ño Jacinto, bueno usté tiene dos hijas y a mi me gusta la mayor, la María Cristina” –la voz del toño es fuerte y casi segura, aun cuando siente algún temor ante el Jacinto, con quien comparte el trabajo, ambos son amigos y si es necesario se defienden, pero, en estos menesteres la cosa no es tan simple-

“¿Y la Mari lo sabe ganchito?”
“Pa decirle la verdad, no, ella me mira, algún piropo le hey dicho, ella se ríe más nunca nada más ño, y es que a usté lo respeto mucho”

“Hay toño, -la voz de Jacinto se ha puesto algo nerviosa, sabía que algún día le tocaría esta conversa, se quita la chupalla y se rasca la cabeza- hace años que te conozco, conocía tus padres, te he visto trabajar y se que soy guen cabro, quiero ser abuelo, pero, tu sabís, yo me quedé solo, mi vieja, que en paz descanse, me abandonó y no me voy a casar de nuevo, me gustaría que seai mi yerno y me des nietos, pero hay una cosa, tengo a mis dos chiquillas que las quiero re muchazo, y la verdá toño, es que he decidido que una de las chiquillas me acompañe hasta que me vaya del mundo, y la Mari es la que elegí p´a que se quede en la casa con migo, por ello no te podís casar con ella y no te la voy a dar”.
“Pero ño Jacinto, si no me voy a ir de acá, la casa está cerca a la suya, así que la chiquilla va a estar cerca de usted”.

“No, nada Toño, no hay caso, la Mari se queda conmigo y ella lo sabe” “hombre la viejez no es bonita y menos estando solo, así qué la Mari se quedará conmigo” –le habla convencido y en sus ojos aparece una sombra de tristeza, pero a la vez una fuerza ante la cual el Toño sabe que no podrá doblar-
“Yo creí que esté me tenía buena nov Jacinto” –hay súplica en la voz de Tono –

“A ver Tono, ¿tu quería ser yerno mío? Así me hay dicho”
“Si, quiero a la Mari y me quiero casar con ella”

Ninguno de los dos hombres quiere dar su brazo a torcer, uno, el padre, aún sufre la partida de su mujer, a tal grado que no ha buscado consuelo con alguna de las viudas de la zona, se ha ido apagando de a poco, aunque no se ha abandonado al trago y sigue amando y cuidando a sus dos hijas. El otro, pensaba que iba a ser trabajo fácil lograr la bendición de ño Jacinto, no esperaba la respuesta del padre, le había hablado con el corazón, había vaciado todo su sentir ante su viejo amigo, pocas palabras le quedaban y veía que era una tarea casi imposible convencer al viejo.
Los argumentos iban y venían, en algún instante las palabras subieron de volumen, más siempre con el respeto propio de quienes se conocen desde hace mucho, ambos porfiados como mula empacada, luego de algunos largos minutos el más viejo, se quitó su sombrero, se rasco la cabeza y luego su barba, miró al suelo y luego a Antonio y le dijo:

“Toño, a vos te quiero, me gustaría seas mi yerno y padre de mis nietos, pero a la Mari no te la voy a dar, ella se quedará acá conmigo pá acompañarme, pero, mira, tengo dos chiquillas lindas, así que pá resolver esta cosa te ofrezco a la Josefa, a ella te la entrego como pá que te casís”
“Ño Jacinto, pero estoy enamorao de la Maria Cristina”

“No se hable más toño, ya dije mi palabra y no hay nada que la cambie” “me voy a ir a dormir una siesta ya que el vino y la conversa me dio sueño”

Jacinto se dio media vuelta y caminó hacia la casa, entró, se fue a su dormitorio y se acostó.
Antonio, entre enojado y triste, se despidió de las niñas, ensilló la bestia y partió rumbo a su casa.

Tres meses mas tarde, se paró una ramada en casa de Jacinto, se mataron una vaquilla y varios corderos, se cocinó una gran cazuela de pavo, bajaron de un camión varias garrafas de tinto y del otro, en el centro se armó un altar esperando que en la tarde llegase el cura a casar a los novios, la fiesta duró hasta que se acabó el vino y la comida y eso fue como cuatro días después. Después de bailar una cueca y un vals, en un descuido, el Toño y la niña Josefa, los casados escaparon para consolidar su juramento de amor.








Texto agregado el 16-12-2004, y leído por 405 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
14-06-2006 Excelente ***** SorGalim
06-01-2005 Muy bueno tu cuento mi querido amigo Curiche, siempre que te leo me sumergo en las imágnes que tan bien describes, y esta vez, como otras, pude hasta percibir el olor a la cazuelita recién hecha, de tu historia en si, que la encuentro muy bien narrada, entretenida, dinámica...creo que en el campo, nuestro campo, entre nuestra gente aún se dan esos casos, en que al final a los jóvnes los casan....muy buena, te felicito, me divertí muchísimo leyéndote. mis * u un gran abrazo para ti. arianna
31-12-2004 Son tan entretenidos tus cuentos, que resultan cortos, muy cortos. Comenzando con las descripciones, al Toño lo ví pintadito, hasta su aroma a loción sentí. El desenlace, me hizo recordar a "Como agua para chocolate" Mi admiración y mis 5* marimar
20-12-2004 " Me lei había perdío esta historia suya ". Tu historia es muy real y costumbrista, hechos que han acontecido por un centenario de historia. Felizmente ya no es así, por lo demás los jóvenes no lo aceptan, simplemente se van. El perfil del personaje Antonio y su quehacer desde que amanece hasta sus sueños con su María Cristina, está finamente narrado , todo tu texto es de excelencia, lo mismo con Don Jacinto, tu descripción transmite odiosidad por su egoísmo y falta de amor hacia su hija, yo me quedo en la pregunta ¿ por qué la Josefa no lo podía cuidar ?. Un amor que se derrocha, la necesidad de Antonio, la terquedad de Don Jacinto, y una María Cristina en el abandono. Tu cuento tiene todos los elementos para poner al lector en trance esperando el desenlace. Mis cinco estrellas, esta vez para consolar a la María Cristina. Ignacia
19-12-2004 Muy bien narrado, paso a paso se delinean los personajes y se ata el nudo de la historia. El destino cruelmente manejado por los hombres, generando rencor hacia adelante. La hipocresía entendible de los que se niegan a perder lo que no les pertenece. Excelente mi amigo juanromero
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