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El agua recorriéndole todos los rincones de la cabeza y de su cuerpo, la hacían sentir como si estuviera volando, aún a pesar de tener los pies bien plantados sobre el suelo de la regadera. Durante la ducha diaria era el único momento que Mariana podía estar sola, y esto era relativo, ya que las enfermeras se encontraban justo afuera en el pasillo, esperándola, vigilándola. Ella no comprendía el porqué de su encierro, “Es injusto” pensaba para sí, pero claro, estos sentimientos y pensamientos no los podía compartir con nadie, ya una vez lo había intentado y lo único que ganó fue que la catalogaran, aparte de loca, de padecer también de paranoia.

Siguió divagando con los ojos cerrados, y al igual que Segismundo (de “La Vida es Sueño” de Pedro Calderón de la Barca), ella no comprendía cuál había sido su gran error para encontrarse prisionera dentro de ese oscuro y tétrico lugar. No tenía amigos, y sus familiares rara vez la visitaban, se sentía completamente sola.

Un golpe seco en la puerta de la regadera la despertó de su sueño, era la enfermera diciéndole que se le acabó el tiempo. Mariana sale, desconsolada como siempre por tener que dejar el único lugar en el que se siente normal. Las enfermeras se encargan de secarla, vestirla y peinarla, no confían en ella, no la dejan tocar ningún objeto que pueda hacer daño, no por miedo a que lastime a otro ser humano, sino por miedo a que ella en su desesperación se arranque la vida.

“Tal vez ahí estuvo mi error”, reflexionó ella mientras la enfermera la conducía por un sombrío pasillo, “no debí comentarle a nadie la tristeza que llevo dentro y que carcome mis entrañas. No debí compartir mi esencia con alma alguna”. Se detuvieron. Mariana miró a su alrededor y lo único que vio fueron seres que en algunos casos era casi imposible reconocerles su humanidad. Todos aquellos seres que fueron olvidados por la sociedad y que con tal de no verlos transitando por las calles fueron recluidos ahí, con ella, que no encajaba en ese mundo de seres extraños. Se sentó en una esquina, la más alejada de todas, y evitando así tener que dialogar con cualquiera de ellos, y donde podía resguardarse en su mundo de fantasía, en el que ella era libre como una mariposa, y en dónde su mente era capaz de manejarlo todo.

Y así transcurrieron los días, uno tras otro, sin que Mariana ni el mundo se dieran cuenta de que el tiempo pasa, imperdonable e invencible. Y en un cerrar y abrir de ojos pasaron uno, dos, veinte años, y ahora Mariana, que entró al manicomio siendo una niña de 15 años, tiene hoy 35. La única diferencia ahora es que ella goza de un poco más de libertad, las enfermeras ya no la vigilan tanto, y la dejan cubrirse sola con su poncho al salir del baño.

“Este día será mi día” dice Mariana para sí misma, “hoy será el día en que recupere la libertad que tanto anhelo”, y se dirigió a la ducha, siempre bajo la miraba cortante de la enfermera. Abrió la regadera, sintió el agua por última vez recorrer cada uno de sus rincones y suspiró de nostalgia. Y en un descuido de la enfermera, tomó el cordón con el que sujetaba su poncho al salir, y lo amarró al tubo de hierro de la regadera. Lo tenía todo planeado desde hace meses, aprendió a hacer los nudos sin que nadie sospechara, y hoy era el día, hoy los utilizaría, hoy llevaría a cabo su plan maestro que le permitiría al fin escapar de su prisión, de su familia, de su locura incipiente. Se paró de puntas y pasó la cabeza en el hueco que hacía el cordón, apretó bien el nudo, respiró hondo por última vez, y dejó de apoyar las piernas en el suelo.

En cuestión de un minuto, yacía el cuerpo inerte de Mariana, colgando del tubo de metal de la regadera.

En cuestión de un minuto, ella logró escapar de esa existencia fantasmagórica que llevaba desde hacía veinte años, en la que nadie se preocupó por ella, tan siquiera las enfermeras y los médicos.

En cuestión de un minuto, su alma vagaba libre por este mundo que condena a los seres que son diferentes de la regla solo porque no los comprende.

Texto agregado el 21-12-2004, y leído por 198 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-01-2005 Me gusto , está bien tratado el tema deesa realidad tapada de las clinicas psiquiatricas, son pacientes olvidados del mundo... y como si fuera poco, la muerte como liberacion, al unirse la esencia de uno con la energia del cosmos... mis estrellas para vos. te felicito.GP peinpot
21-12-2004 Me gustó: "No debí compartir mi esencia con alma alguna"!!! Aniuxa
 
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