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Salí del cine temprano, después de un día calmo en el hospital, caminando por la peatonal hasta el estacionamiento. El aire flotaba con su aliento cálido, que se arrastraba por mi piel. Tenía la sensación de estar en paz, con las piernas flácidas que no daban resistencia a mis pasos, y que solo fluían por la calle. Al subir al auto, me perdí en un recuerdo conocido, del tiempo que retorna y se acrecienta en el aroma, los insectos y las luces. El reflejo del metal cegó mis ojos, mientras se acercaba en la penumbra. Mis brazos navegaron en un sudor helado, que se extendía hacia las piernas, y entre forcejeos y palabras, la noche nos fagocitó dentro de su oscuridad.
Desperté dolorido, sin poder ver; con mis manos ancladas en la espalda; como distanciado del tiempo y del espacio. Fui tanteando con mis yemas, el borde de una colchoneta, para incorporarme de a poco. A lo lejos, algunos ladridos se perdían con los pájaros; mientras el pánico invadía mi cuerpo, como la marea se apodera de la playa. Solo tenía que ser paciente, pensé, a la vez que me volvía en posición fetal. Después de un rato, el chillido de la puerta paralizó mi cuerpo, junto a un sonido metálico que estallaba sobre el piso. Me detuve unos instantes, para rastrear la comida del plato; y apoyado sobre las rodillas, me incliné, devorando todo como perro hambriento. No tuve noción del tiempo, en que ejecuté la misma rutina, ya que las tardes y las noches, carecían de solidez. Los olores y el tacto, me guiaban hacia el alimento, que se mezclaba con el miedo; o a la sangre de una piel, que podía entrar en la misma habitación. Solo sé que cuando el tiempo, comenzaba a ser mi amigo, fui hallado en un pastizal, con el lodo afincado a los recuerdos.


Mi familia siempre recordó lo sucedido, como un hito que marcó nuestras vidas; con todo el dinero que tuvimos que pagar, y lo valiente que yo había sido; sin saber que desde entonces, había dejado de existir.

Ahora trabajo en la feria, adivinando lo que ponen frente a mi nariz, o tanteando las superficies de las cosas, para dar una certeza; sin dejar nunca de tener, las manos encadenadas, y una venda oscura, sobre los ojos.

Ana.

Texto agregado el 29-10-2002, y leído por 663 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
03-11-2002 Me gustó el final. Irónico y doloroso a un punto. Un saludo carlos
31-10-2002 EXCELENTE, AUNQUE DOLOROSO DE ACUERDO CONTIGO EL SECUESTRO ES UN CRIMEN ESPANTOSO, (DIOS NOS LIBRE) ELKIN
29-10-2002 Creo que no lo entendí. ¿Le robaron los ojos? ¿lo asaltaron? Giovanni
 
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