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Siendo el único que conoce la historia, sus detalles, colores, olores, fiebres y demás no soy el protagonista. Tampoco nadie me contó lo que pasó ese día, lunes, jueves, domingo, cualquiera. El día es lo único que no importa. Tal vez la hora sea adecuado mencionarla para los que no creen en casualidades. La hora era el atardecer. Un atardecer abrumador, de humedad intranquila en la ciudad de Buenos Aires. Omnipotente, estallando sobre los edificios cada vez mas inertes de la ciudad, sol hacia su sacrificio diario. A veces me pregunto como llego hasta mi este espejismo que, no tan a simple vista, se revela como la diapositiva de la infancia que encontré en un cajón de la cómoda de mi abuela. Ahora soy protagonista. El tipo se llamaba Luis o Raúl o Frico (perdón prometí certezas olvidando que a mi las certezas me esquivaron y les guardo rencor) estaba en su cama de metal con elásticos almodovar antiguos. La inseguridad de no saber si ya se había despertado o no porque esa semana los sueños le jugaban malas pasadas y tenía miedo de levantarse. Abrió la ventana desde la cama y se asomó a la luz de la mañana, el aire no se parecía en nada al invierno de todos los días. La humedad y sol trabajaban sobre la superficie para hacerla caliente y espesa. El cuerpo de (vamos a llamarlo Frico) no sudaba como antes y se entusiasmó. Antes de saltar de la cama para darse una ducha extensa de domingo sin ser domingo, pensó convertir ese día en maravilloso. Ese espíritu lo atravesó en el salto hacia el piso de madera que lo recibió tibio hasta el frío suelo baño. El agua de la ducha salía con violencia caliente y nubló el baño, a Frico le gustaba supongo. Pasó y pensó mucho tiempo en la ducha, dejando que el agua lo empuje a algún lugar desconocido. La llave de la canilla hizo ruido al cerrarla, el ruido oxidado de caño viejo, dorado. Dos vueltas.
Decidió, influido por el agua caliente, no desayunar solo y buscó un bar. Conocía varios pero eligió uno nuevo. Los rostros de calle - humedad - calor desilusionaban a cualquiera pero no importaba. Se sentó junto a la ventana, lugar estratégico para crear la perspectiva adentro-afuera. Mientras esperaba que le trajeran su té con tostadas miró a una chica que estaba sentada en una diagonal casi perfecta a el. Mesa silla individual. Al lado una foto de Gina Lolobrigida junto a Perón cruzando un charco. Se levantó de la mesa, caminó en diagonal hasta la foto, la miró minucioso en los detalles, giró los ojos a la chica y le dijo: - esta contento Perón en la foto no?
Ella levantó sus ojos dejando atrás el libro que leía y algún que otro prejuicio. Miró la foto. Contestó.
– Vi pocas veces una foto de Perón en que no se riera. Era un estado natural para el porque tenía una enfermedad muscular que le evitaba tensar los músculos y expresar tristeza. Pobre Juan Domingo, amargado pero siempre con la sonrisa dibujada, como el enemigo de Batman. Igual me parece que esta contento de verdad.-
– Querés desayunar conmigo? Deslizó Frico.
– Sin contestar ella dijo si, levantó sus cosas y tomó la diagonal hasta la mesa de el .
– Julia me llamo y vos?
- Frico.
Un rato mas tarde caminaban sin sentido ni preocupaciones. Sin buscarlo se mostraron a través de caramelos, juegos y canciones.
- Ser feliz sin importarme demasiado como. Le respondió Julia al cual es tu sueño-deseo de Frico.
Habían estado ya muchas cuadras muchos sonidos y demasiados momentos para un solo día pero seguían juntos, ahí perdidos entre plazas, asfaltos, trenes aviones, seres y fantasmas. La humedad mantenía la temperatura pero sol comenzaba lentamente a bajar y sucedió. Atardecer, alegría, resbaló Frico. Su extensa pierna derecha levantó vuelo mas allá de su cabeza, sol se detuvo al compás de colectivos, transeúntes, pájaros, todo. Stop. Silencio. Comenzó un desfile de imágenes en su retina. Fotos de si mismo robadas por un artista desconocido. De quien sería la cámara, de dios tal vez, como saberlo, dejo de pensar. Disfrutó la foto galería. Las fotos que revelaban su rostro estaban siempre llenas de luz, amplia sonrisa, dientes frenesí y ojos perdidos entre sus párpados. Millones de momentos olvidados refrescaban su estropeada memoria adrede.
Gritó.
Silencio.
Caída.
Los ojos de Julia.
Felicidad – hematoma.

Texto agregado el 31-10-2002, y leído por 569 visitantes. (0 votos)


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