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Zulema

Zulema, mujer de extraordinaria belleza y aterrador pasado, por las noches con pasos cansados y afligidos recorría las avenidas de la cuidad, inmóvil bajo el viejo farol y cubierta con la luz oscura, esperaba consumar su trabajo, su vestido corto mostraba sus hermosas y bien torneadas piernas, su escote descubría sus esplendorosos y redondos pechos, su mente era un mar de confusión, su pensamientos colgaban del soplo frió de la noche, el aire soplaba fuerte, coreando un balada de llanto y amargura, recordándole su infancia. El olor a saliva putrefacta que su padre embarró en su cuerpo y los gemidos ardientes llenos de lujuria que clamaba en su oído, astillaban cuerpo y alma. Tenía solo diez años cuando el peso de su padre calló sobre ella, su boca fue silenciada por las manos ásperas y gordas que la oprimían fuertemente, sus pensamientos de niña fueron despojados por un furor de lujuria. Sus gritos silenciosos e internos desgarraban las paredes de sus entrañas. La mirada perdida e incrédula de su madre, la hirió más que su silencio, el sexo forzado fue arma cortante y mortal que acabó con sus sueños de niña, hoy vive del sexo sobornado. En cada entrega, por míseras monedas su mente navegaba entre presencias punzantes que mitigan su paz, un mar de corrientes nefastas magullan su percepción de la vida. El odio creciente contra sus padres se pierde y crece en su corazón de niña mujer. En sus dieseis años de vida aprendió que la existencia depende de un hilo que se teje de la nada, y de todo. Sus ojos brillan como diamantes, brillo de odio y muerte, sus pasos sobrevuelan el frió asfalto que quema como las manos alcohólicas que robaron su inocencia. Zulema parecía adherida al farol, como estatua, inmóvil esperaba el esqueleto del ultraje, lo vivía a cada momento, imágenes que hacían grandes huecos en su alma y memoria, sus mirada y reflejo de muerte viva se disipa en la distancia de su pasado. Los transeúntes la miraban con morbo y lujuria. La noche oscura y las estrellas como testigo conocían las penurias de la niña mujer. Levantar unos pesos era su tarea, llevarles de comer a sus padres y hermanos, las patrullas franqueaban su silueta que adornaba la oscuridad de la noche, mientras regalaba su persona al tiempo que pasaba sin medir secuelas de las largas jornadas de amor vendido. Regresar a casa triste y abatida, era un fuerte malestar, ver las paredes de cartón y el piso de tierra que se pinto de sangre negra, la trágica noche, hacían que su pasado tomara vida, ver la silueta de su padre bajo la luz de la lámpara hosca, la ponía iracunda. Ese día después llegar de su jornada, llegó a su casa, sus mirada se perdió en el vacío, la imagen de su pasado estaba presente, escuchaba sus gritos silenciosos, olía la saliva alcohólica y los gemidos de su padre. Sus ojos de agrietaron al ver el contorno del cuerpo mancillado, era su hermana, de apenas nueve años, era brutalmente ultrajada. Cegada por la ira y los fantasmas de su niñez, tomó la lámpara, la luz se tiño de rojo, el ogro calló súbitamente, ella seguía golpeando, el grito de su madre la sacó de su ímpetu de venganza. Sus alas iniciaron el vuelo a tierras lejanas. Sus recuerdos los lleva tatuados en su espíritu. Noche a noche, en otra avenida y bajo un nuevo farol revive su pesadilla.

Texto agregado el 04-01-2005, y leído por 325 visitantes. (1 voto)


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