Compañeros, compatriotas, miembros de la sociedad de sadomasoquistas. Ante las circunstancias que nos depara el acontecer político del país, debemos tomar medidas drásticas que nos permitan enfocar nuestras acciones hacia un objetivo común: que se respete nuestro derecho a sufrir con gusto.



La libre expresión de nuestra naturaleza no puede quedar reducida a un decreto, desvanecida en una idea moralista, disuelta entre papel y tinta. Hay mucha saliva, mucho sudor y mucha sangre involucrada en este momento, no podemos rendirnos ante el enemigo.



La felicidad es un lado muy rosa para ver la vida, muy alejada de la verdad y lleno de falsas ilusiones. El dolor, en cambio, nos proporciona una perspectiva cargada de elementos crueles como la vida misma, que está más relacionada con la realidad, y que nos abre las puertas del sufrimiento como un estilo de vida en el que somos recompensados con placer.



Tenemos derecho a tener control sobre nuestro dolor. Tenemos derecho a administrarnos tanta agonía como consideremos necesaria, e incluso más. Ninguna fuerza puede atarnos, amordazarnos y flagelarnos a su antojo. Eso es tarea de otros.



Que la obra del Marqués no haya sido en vano. Hermano sadomasoquista, levántate y pelea. Que la sangre, las cicatrices y gritos de desesperación de nuestra cofradía sea nuestro escudo, y el látigo castigador nuestra espada. Desenvaina ya tu orgullo y acaba con todo lo que lleve el sello de la armonía, la felicidad y la paz. Ha llegado la hora.