Hoy estás aquí y me miras
tus ojos vuelan sobre mi
sin siquiera rozar el latido de mis cabellos
decides morir tanto como yo
porque la cama que nos divide
entreteja mil deseos furtivos
convirtiéndolos en reverencias puras
dulcificadas por ese beso que se esconde
tras los labios que hoy se abren
a la brisa del mar en agonía.
Te vuelves y me envuelves
en amantes de los días que no nos mantienen
saboreando la miel que se esparce
por un dormitorio de porcelana
que se esconde bajo la piel
de aquellos que hoy se miran al espejo
y encuentran su alma en un estado letargo
de soledad plena y mal entendida.
De gustos y sabores
se vuelve la sencilla razón de los impulsos
presentando la locura del calor
que tu piel cuela en nuestros momentos
donde el olor viaja en el tren
de los paisajes más hermosos de tu vera
esos que van encajando
en el esplendoroso maleficio de tu piel
cuando se acerca con suavidad
en un suspiro.
Mil lugares se convierten en rompecabezas
de tu cuerpo cuando se conjuga con mis manos
doblando pliegues de tu alma
mostrándome la luz que guarda
la oscuridad de nuestros rincones
en un mar profundo de tristezas
de una nada que existe
en los lugares que debieron estar ocupados.
Hoy estás aquí y te siento y te quedas
degustando del tacto de la calma
del viento que me trae tu boca
a la orilla de la locura de mis abrazos
de mis deseos que se quedan
en los besos que te recorren y te cubren
cuando la noche trae consigo el aliento del mar
al hoyo de soledad de nuestras almas.

Nathalia Rojas Acacio