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Réquiem para un fénix

Todo es sombras a mi alrededor, todo oscuridad, todo silencio y vacío. El universo ya no parece infinito sino contenido entre límites. Más allá de los límites... la nada. Yo estoy en la nada. Yo soy la nada. Siento que me muevo por este extraño lugar de existencia incierta, pero a la vez permanezco inmóvil. Todo lo que alguna vez me importó, ya no expresa significado alguno para mí.
No es la primera vez que me sucede, y sé que mucho menos es, a mi pesar, la última. Sin embargo... fue tan diferente...
En realidad, todo comenzó la decimoséptima noche del último mes del año, de un año que ya se perdió en el tiempo y se convirtió en pasado, y desde entonces, ha transcurrido aproximadamente, una eternidad efímera hasta hoy. Noche misteriosa... noche fría... La luna, bien alta en el cielo, parecía haber cambiado. La veía distinta...
Pronto comprendí que la luna lloraba... y sus lágrimas, que eran de cristal, caían a la tierra para esparcirse como ríos, y la tierra que las absorbía, temblaba de dolor.
Entonces aullaron los lobos, y sus voces lastimeras, como garras arañaron el silencio de la noche... y la noche ya no volvió a estar quieta. Todo era llanto, agonía y desesperación. Y fue en ese instante de total caos, de completo desorden en el universo, que presentí, con mis sentidos cegados por la locura, el fin...
Pero no era la luna quien lloraba. Ella sólo reflejaba mis lágrimas en su rostro. La noche era azul, y su inmensidad era profunda, tanto como lo era la azul inmensidad de mi tristeza. Y lloré... lloré de amor, de odio, de celos... y la noche era eso. Era llanto y amarga desolación... era tristeza.
El amanecer se arrojó sobre mí, y sólo después de que se ocultó la luna, dejaron de aullar los lobos, y se extinguieron mis lágrimas... supe que había muerto. Ya no podía ver el horizonte que se desdibujaba en la lejanía... ya no me importaba hacerlo...
Ahora, ha tiempo que estoy muerto, y aunque parezca casi absurdo, sé que de un momento a otro estaré vivo otra vez, y habré nacido para borrar el error de mi corazón de amar sin ser amado. Tonto corazón, pues sus esperanzas utópicas y sueños quiméricos, se perdieron tan pronto como habían surgido, a la luz de una realidad cruel en la que la idea de un amor sin límites, ya casi ha desaparecido...
Primero fue el inmenso abismo de los años. Luego la distancia entre su mundo y el mío. Tiempo después, el impacto del peor error de la humanidad, intentó abatirnos con su poder devastador. Yo resistí incólume cada acometida de ese insaciable monstruo, pero inútil fue tratar de proteger a mi amada, y su frágil inseguridad no pudo soportar las encarnizadas fauces del animal diabólico que se cerraron finalmente sobre ella. Así, se la llevó el mal arrancándola de mi lado, y desde entonces, el prejuicio se convirtió en mi enemigo... y yo seguí firmemente erguido frente a la envidia y la maldad del mundo, solo... sin ella...
Fui hasta el mismo infierno a buscarla. Entré en él, desafiando descaradamente a mil demonios, y la encontré por allí, tendida en un rincón. Me acerqué despacio y arrodillándome a su lado, mientras el ardiente aire que respiraba me incineraba los pulmones, le susurré al oído “dime cuánto me amarías”. Y sus labios respondieron “Te amaría tanto como tu pudieras hacer que yo te ame”... Y esto fue para mí, el principio del fin... Pero yo seguí luchando por ella contra todos, seguro de que existía el amor entre nosotros, seguro de que ella me amaba... Seguí luchando con todas mis fuerzas porque era la primera vez que lo sentía... y no sabía que el verdadero amor se construye entre dos... que no es amor de dos la lucha de uno solo...
Ahora estoy muerto. Mañana, viviré. Surgiré de las cenizas y ostentaré mi nuevo corazón, ansioso por entregarse al ser que sea capaz de amarlo. Semejante al ave fénix se verá... joven otra vez... y extenderá sus alas para partir en vuelo ágil a surcar los cielos que aún lo esperan, en busca de la felicidad...

Texto agregado el 09-01-2005, y leído por 97 visitantes. (0 votos)


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