No razono ante el designio del escrito.
Adivino que nos inventamos adictos de los recuerdos y justamente nos malgastamos.
No todos somos buenos para hablar, pero siempre acertamos con la forma de comunicar algo, en especial las “sensaciones circunstanciales basadas en contextos ajenos”.
Te confieso que mi pasión está perdida... y muy lejos de aquí... allá dignamente por la madre patria. (Acaso ahora ciegamente llame madre de mi alma).
Confuso.
Pero lo que no me engaña es que me deleito con el albor.
Cómo anunciarte que no alcanzas a ese reino.
Cómo gritarte que somos divergentes
Y que tú no eres lo que mi cadáver urge.
Suéltame pacífica, por honra.