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El viaje.


Le pidió encarecídamente al conductor que apurara la máquina porque tenía especial necesidad de llegar temprano a ese compromiso. Era algo realmente importante, y esto hacía que fuese así de atrevido, ya que normalmente
- hacía años que viajaba en esos transportes - jamás se inmiscuía en el trabajo profesional de los conductores.

Pero ese día era importante.

Ya antes, la ansiedad lo había hecho llegar una hora antes a la terminal de ómnibus - apenas daban las 23 hs. y la salida del suyo era para las 24 hs. - y tuvo mas que tiempo para ver al viejo funcionario municipal cuando pasaba por el charco que la lluvia de la tarde anterior había dejado, donde flotaban tres envases vacíos de refrescos de color anaranjado y dos relucientes envoltorios de alguna golosina. El hombre limpiaba parsimoniosamente los pequeños desastres de los apurados pasajeros cuando se le cayó el gran escobillón, y el ruido del mango de metal resonó en el andén, haciendo volar a un grupo de palomas que dormitaban entre las vigas del techo. En especial le llamo la atención una de las palomas, blanca, hermosa, que se dejó caer de lo mas alto, hizo un giro de 360 grados planeando con sobrada elegancia, y volvió al punto de inicio comprobada la inexistencia de peligro.

Al poco rato todo estaba limpio, y el funcionario desapareció por una de las puertas interiores, en busca de mas motivaciones dentro de ese tedio de ocho horas de trabajo nocturno rutinario.

Hacia el final de los carriles para los ómnibus, una señora gordita sesentona juntaba dos bolsos amarillentos del piso acercándolos a la zona de embarque, mientras que una niña jugaba cerca de ella, probablemente una nieta a estar por las edades, y en una de sus corridas hizo tropezar a la mujer que casi cae de bruces en el suelo. Esto le valió un rezongo importante y el llanto de la pequeña no se hizo esperar.

La voz metálica de los altoparlantes anunció por fin que en quince minutos saldría del anden numero 20 su servicio interdepartamental. Ya lo había visto entrar a la terminal y estacionarse unos pocos minutos antes. Había quedado tranquilo porque el chofer era uno de sus más conocidos y sabía que no tenía problemas para apretar el acelerador en forma normal - era un excelente conductor - y si él le pedía esa gauchadita... seguro que no le podía fallar.

Por eso fue que le explicó los motivos, le pidió disculpas por el atrevimiento y le pidió que - en lo posible y sin dejar de lado la seguridad de todos - se apurara lo mas que pudiera.

El viejo amigo no tuvo ningún problema en hacerle ese favor. Luego de cargar el pasaje, abandonar la estación, salir del centro de la ciudad y lograr escapar del enloquecedor tránsito de las avenidas, por fin comenzó a rodar por las vías rurales donde a esa hora prácticamente no había mas tránsito que los inmensos autobuses inter departamentales corriendo en busca de sus destinos.

Así que aceleró mas que lo normal. Y cuando se había alejado mas de doscientos kilómetros de la terminal el tiempo era tan perfecto y el transito tan escaso, que le dio mas ganas aun de apurar y siguió acelerando y acelerando para lograr llegar lo mas en hora posible y asegurar los negocios de su amigo.

Por algún momento luego de tantos años de carretera, parece que todo queda en piloto automático. El conductor no esta dormido, pero presenta una especie de letargo sin dejar de estar cien por ciento atento a los acontecimientos de la carretera. Así le pasó en este viaje en medio de la mayor aceleración que le daba a la máquina. Levantó velocidades que nunca había logrado, por momentos las cosas parecían pasar a los costados de la maquina como en una película acelerada, desfigurándose las imágenes y dando una sensación como de tubo visual con las luces encendidas del inmenso transporte.

Llegaron bien temprano, aun era de noche.

Por supuesto el primero en bajar fue el nervioso pasajero que había logrado dormir muy poco en el trayecto por los nervios que traía. Y al bajarse le llamó la atención que aquí también el suelo estaba lleno de charcos, y en uno en especial veía tres envases vacíos de color anaranjado y dos envoltorios brillosos de golosinas. En eso vio llegar al empleado municipal caminando pausadamente y observó como se le caía el escobillón generando un ruido metálico que resonó en la terminal haciendo volar a las palomas. Desde el techo una de color blanco, hermosa, se dejó caer y dio un giro de 360 grados para volver a su mismo lugar de partida. A lo lejos vio la señora con los dos bolsos y la niña pequeña corriendo a su alrededor... y no tuvo que pensar mas.

El conductor se le acercó sonriendo y le dijo canchero que no podía tener ningún problema, habían llegado bien temprano. Él lo miró enojado y le dijo: "Pero nos podías haber matado a todos, se te fue la mano hermano, se te fue la mano, ahora voy a tener que hacer todo de nuevo, te das cuenta, todo de nuevo!".

El otro lo miraba incrédulo, acertando a preguntarle: ¿Pero por que estas enojado, si llegamos super temprano?

¿Super temprano? ¡Recontra super temprano llegamos! ¿No te das cuenta? ¡¡¡Se te fue la mano che, llegamos ayer!!!.
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Texto agregado el 19-01-2005, y leído por 138 visitantes. (1 voto)


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