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Si ya, ya te oí —apago el despertador de manera suave— nomás por que recuerdo el día que te compre, no tenias pila, no sabia como sonabas, te parecías mucho a uno que vi en Durango pero, lo de Valle de Bravo me ha gustado siempre, además tocas bonito, mmmmm haber deja hacer cuentas, a las 6:00 a.m. sale la primer corrida de la central del norte con destino a Tequisquiapan, mmmh quiero llegar temprano al festival para ver elevar los globos aerostaticos, a ella le gustara verlos mientras desayunamos en aquel lugar donde se antoja recordar viejas canciones; Debo correr, no hay tiempo, el autobús estará pasando por la autopista a esta altura aproximadamente en 50 minutos, lo tomaremos en la caseta, sé que ahí para a recoger trabajadores que van a su jornada.
Pista, pura pista, rebasamos carros, nos rebasan, veo una estampa de Deán, me siento por un momento rebelde, no, mas bien desvelado; Que chistoso, esa señora carga a un niño que no deja de mirarme, es como si supiera lo que llevo en el alma, le sonrió en una muestra de corresponder su compasión; Haa Cantinflas esa peli ya la vi, hasta parece que saben, es cuando canta en una iglesia; Luego los créditos finales empiezan aparecer en el momento que el chofer apaga el motor al llegar a nuestro destino, vaya calculo.
Inusualmente los globos los soltaron una hora antes, me comenta un señor echando pestes por lo que yo entendí a un árbol, o a lo que estaba de tras de este... en fin, con justa razón estaba molesto el hombre, traía a unos niños —supongo nietos— tomados de las manos, lo apoyo señor —dije— convirtiéndome en ese momento en un niño mas en esa comitiva infantil.
Rumbo al mercado pasamos por el Parque de la Pila, me llama mucho la atención el pensar todo lo que han visto estas calles empedradas, adoquinadas, árboles, Iglesias, casas, todo lo sucedido mientras nadie observaba y solo ellos lo hacían, idea que me genera otras y me acompañan durante el desayuno las cuales, son enriquecidas por la amena charla de la cocinera-mesera-dueña del local, platicándonos que, en décadas pasadas se decía y se pensaba que aqui, en este lugar que visitamos, era el mismísimo centro geográfico del país, desplazando incluso a Guanajuato y su histórico cerro del cubilete. Que por cierto, actualmente este calculo lo confirma una muy original estructura.
Con una tubería de agua rota en la calle, vaya! como se divierten los niños, caray que envidia y yo que ya me siento como Icaro rostizandome bajo el sol del bajío, entonces seré un cliente mas satisfecho del distante señor alegre y gritón que a la voz de “Ricos helados fríos y botana tana dubi dubi dubi” ofrece a turistas y pobladores. Con un sorbete al helado seguido de otro y antes de que me lo termine, recorremos la iglesia, el mercado de artesanías, la plaza principal y pienso, cual es la verdadera esencia de un viaje, si considero que la noche anterior no podía dormir, el ponerme los zapatos más cómodos después del baño, el salir de la rutina, la monotonía y lo ordinario, eso que los expertos dicen y confirmado por mi tía Matilde de Moroleón, que si lo manejas mal y así lo equilibras, te mata lenta e inadvertidamente; Sigo, esa emoción que me embarga por el que habrá al salir de esta puerta, creo entonces que la esencia de los viajes es la imaginación previa, aunada a la comunicación con las personas que conoces en ese lapso de tu vida, en un intercambio reciproco de experiencias, leyendas, mitos locales, eso es una situación mas que te dignifica, sacándote de tu estado de vida suspendida.
Sin darme cuenta estoy comprando unos boletitos amarillos foliados, dos por cierto con derecho a un recorrido turístico en una especie de tren con llantitas de hule que no se si podrá dar la vuelta en la esquina pues las calles son muy estrechas, pero el chofer da cátedra de manejo al tiempo que con un micrófono comenta y con la mano desocupada señala los sitios de interés; Como pasajero, mi obligación es poner atención a las correctas explicaciones que emite el hombre con lente transparente que con el sol se tornan obscuros, con bermuda y choclo café, no obstante a lo sui géneris de nuestro guía, le echo el ojo a un local coquetón, que de sitio histórico no tiene nada bueno quizás la intención, vende pollos a las brazas y cerveza, bien fría recalcan en una cartulina naranja fosforescente, esta al aire libre bajo una palapota, casi digo “bajan”, pero creo que lo propio era esperar que terminara el recorrido.
Charlo con mi acompañante, esta de acuerdo, me doy cuenta porque agarra camino en esa dirección.
Lo bueno dice, podemos llegar a tiempo a la central de autobuses de Tequisquiapan, —claro— ya habíamos comprado al llegar, los boletos de regreso.
De nuevo en el autobús, sentaditos esperando la partida y con la esperanza de regresar algún día por otro helado o más bien por recuperar lo vivido en el tiempo que se compro ese heladito, el motor del camión despierta ronco de su letargo, chin esa peli ya la vi...

Texto agregado el 20-01-2005, y leído por 178 visitantes. (0 votos)


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