Telma, es un ser humano de frágil aspecto, muy delgada, con mucha energía en su mirada, inquieta y vivaz ... Se coloca el abrigo mientras mira por la ventana, hace lo propio con la bufanda la gira una, dos, tres veces, generándole una agradable sensación, por ultimo escarba en su bolsillo izquierdo y saca un gorrito negro de lana centrándolo en su cabeza cuidando que su flequillo no se aplaste y sale contando las monedas que le permitirá subir al colectivo que cruza toda la ciudad y donde (con suerte) se sentara del lado de la ventanilla, para no perderse nada del afuera, la gente, sus rostros, su forma de caminar e imaginarse, en que puedan estar pensando esas personas...al igual q la señora, sentada a su lado sosteniendo su bolso como si se aferrara a la vida misma, mientras le final de su falda prolijamente impuesta rodea sus piernas blancas y su mirada celeste cielo, descansa en el horizonte de un parabrisa que refleja el rostro notablemente descansado de un chofer que, sumado a la raya tan marcada de su manga de camisa, nos habla de un turno que comienza, pero que aunque rutinaria ruta lo acompañan rostros, algunos conocidos, otros sombríos y el toque de ruido y alegría lo ponen alborotados niños vistiendo blancos u esforzados claros guardapolvos. Una y otra vez se siente un chistido, que señala una parada ya sea para aumentar le pasaje o despejarlo, así las almas se van entremezclando como los olores de una fuerte colonia, que será el sello de la pulcritud para una cita romántica o el único curriculum a presentar, para conseguir ese empleo que le permita lograr lo que tanto anhela, vivir con dignidad, olores a goma de borrar también u a ropa guardada que el frío apuro descolgar del rincón de un placard, sin tiempo para le aireado. Los colores también son parte de esa mezcla de seres, como el pañuelo estampado en vivos tonos de una maestra que abraza sus libros como tesoros o el rojo intenso en los labios de esa señora con cabellos blancos, o la campera amarilla brillante de un pasajero extranjero, bolivianos son sus rasgos y la característica mirada hacia el suelo...¡¡SANTO CIELO!! se sobresalto Telma, en la próxima debe bajar, que corto resulta le viaje observándolo todo, pide permiso a su compañera de aprolijado ruedo, la cual le obsequia una sonrisa dibujada por educación, y siguió con la mirada sus piernas como rogándole que se deslicen hacia el pasillo, para cederle lugar. Ya parada en la puerta trasera del colectivo y con el brazo extendido hacia el timbre siente cierta nostalgia espía el pasaje por sobre su hombro, les desea desde el corazón que tengan una buena vida...Dentro de sus botas gastadas pero disimuladas siguió mirando como se alejaba el transporte, quedando envuelta en los gases y el chistido, sacudió y estiro su abrigo, miro nuevamente le afuera, respiro profundamente el aire frío y con firmeza ajusto su mochila al pecho como si fueran los bracitos de un ángel de la guarda, su sombra comienza a moverse, cruza la ancha avenida. El afuera es la vida, por la vida misma, sentir sin temor, mirar viendo, la energía cargándose de olores, colores, permitirse emocionarse, dejando fluir los sentidos, todos...correr las telas del interior para no perderse de nada y disfrutar o padecer, el estar despierto siempre y en todo lugar.