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La ficticia felicidad de esa noche

“Muy cerca de mi ocaso
yo te bendigo, vida…”
Amado Nervo, En Paz

La ausencia de bien… la carencia de mal: la nada. La nada que a su vez lo es todo sin siquiera saber que ha comenzado a ser algo y dejado de ser algo sido con anterioridad… la nada: vacía como ella sola puede serlo… llena de una manera efímera y existencialmente pura. Existencialismo… ¿existencialismo?...¡Mierda! Sólo mierda y nada más… palabras bonitas en frases bonitas en ediciones bonitas. Mierda. La carencia de bien… la ausencia de mal. La nada está ahí acompañándonos en nuestro rudo sendero, acompañándonos mientras nos convertimos en arquitectos que construyen un destino propio y único, que juegan y beben hiel y mieles sabrosas, asqueándose delicadamente; ladrillo a ladrillo, martillo a martillo, pajarillo amarillo: vuela sin preocupación, vuela sin darse cuenta de el don que el cosmos le obsequió al momento de nacer: la felicidad: el ser y estar y seguir a nadie más que su espíritu, su alma, su instinto, él mismo: vive, y nada más.

Nosotros, afortunada o desgraciadamente, somos incapaces de siquiera anhelar el estar cerca de acariciar con la punta de nuestro dedo índice la felicidad, no así su copia barata artificialmente promovida por nosotros mismos: cara bonita, auto bonito, ropa bonita, billetera bonita, vida bonita, mierda bonita: arquitectos jardineros que plantan rosales y obtienen a su debido tiempo marihuana. Son encarceladas sus vidas por la posesión de rosales dopados, de belleza amartillada salvajemente por ellos mismos: pajarillos encarcelados.

Planto rosales, cosecho rosas, blancas, rosas, rojas, negras… rosas al fin y al cabo: belleza intacta: vida: belleza intacta.

Arquitectos viejos que añoran sus lozanías, y que sus huesos desgastados sufren adoloridos con las bajas temperaturas de la temporada de su presente. ¿Mayo será eterno? No… lo fue en su momento… pero dejó de serlo el primer día, el primer minuto y el primer segundo de junio, que tuvo a su vez su eternidad efímera, su belleza propia. su presente pasado.

Noches largas, corazones bellos rotos, penas inundándome, aún sin llegar ahí, estando lejos de esa cama fría y lúgubre que sea mi última posada, que sea portadora de mi última eternidad; prostituta de mi vida acabada lentamente, pero graciosamente aprovechada (espero)… y poseedor de una de las mayores dichas del universo: tener una sola noche santamente serena, esa noche, esa hermosa y fúnebre noche en el que mis diálogos amados con Amado se vuelvan realidad, esa noche en el que unas líneas cobren vida, esa noche en la que todo esté por vez primera en el lugar que le corresponde. Amé, no sé si fui amado… la luna, el sol, las estrellas incluso besaron y acariciaron mi faz, mato mis palabras, dejando que las suyas entren a mi garganta y asesinen mi último respiro; bajo lentamente a mis entrañas y salgo disparado, no sin antes besarme y agradecerme por no deberme nada… y por decirle, con una mueca torcida y feliz por primera vez en mi vida, aún sin llegar a la verdadera felicidad, pero acercándome como nunca lo había hecho en esta vida: sonrío, realmente lo hago: sonrío: “… vida, nada me debes, vida, estamos en paz.”

Sergio Covarrubias

Texto agregado el 22-01-2005, y leído por 299 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-03-2005 wooooooow, me quedè impresionada, me parecio super profundo. La verdad es que te mereces todas las estrellas. Muy bueno. chu
10-02-2005 me has impresionado,todos tus textos ,esa mezcla de sentimientos puros y humanos ,ud es glorioso oradas
 
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