Los humanos que optaron por la vida en común se exterminaron inevitablemente y sólo sobrevivimos algunos ermitaños dispersos por el universo. Ningún hombre volvió a hablar nunca con ningún hombre, la distancia entre nosotros era demasiado grande.
La tecnología resolvió el problema de reproducción. Sólo un hombre vivía e, inmediatamente a su muerte, otro hombre le sucedía. Aprendimos a hacer todo en soledad. En cada saga siempre mantenemos el mismo nombre seguido del número que ocupamos en la serie. Yo soy Ismael 3545. Todos los hombres somos los eslabones de un plan que se pierde en el tiempo: la supervivencia.
Primero desapareció el lenguaje como una inútil herramienta prehistórica. La voluptuosidad que la vida ostentó en otros tiempos ha retrocedido, eliminado lo superfluo y concentrándose únicamente en la supervivencia. Después desaparecieron los ojos: inútiles en la oscuridad absoluta. En pocas generaciones el ahorro de energía llevó a la desaparición de las extremidades. También reducimos notoriamente nuestro tamaño. Minimizando gastos energéticos hemos llegado casi a la perfección. Nos parecemos a lo que ustedes llaman amebas.