¿Te acuerdas de aquella señorita?, ¿la dulce amante de las lagrimas injustas?
Dormía en su lucidez con su sonrisa metamorfoticamente hermosa, y se alimentaba de la miel envenenada de un enjambre sin igual.
¿Te acuerdas de su colección de ventrículos secos con los que jugaba en su estado de tedio permanente?.
Era sin discusión esta princesa de princesas una pibita con cabeza maquillada con colores sometidos por monos vestidos de seda, y transformada en diosa asesina por predicadores de futuros pecados que dominan rabia por pasada traición, cuya voz enturbia y rompe cielos, dibujando historias sin final.