Iba en el trineo rojo que me habían regalado para mi cumpleaños cantando alegremente la canción que había escuchado esa mañana en la radio.
De pronto, la luz se transformó en un lejano punto en el horizonte. Desde allí, veía cómo me alejaba más y más de la tierra y me acercaba más al sol. El miedo comenzó a invadirme y quise detenerme, pero ya no había forma de hacerlo.
El pánico que sentí fue enorme pero al despertar, me tranquilicé al ver aquel hombre de ojos verdes y un poco despeinado, aturdido aún por el llanto, que cuidaba mi cadáver. Pude cerrar los ojos y dormir en paz.

- Le agradezco a mi hermana Paloma por haberme permitido transformar y publicar este SU cuento. -