Soy la misma, idéntica mujer
violando todos los códigos de honor,
amistad y fidelidad
en pos de la continuidad de las mareas.
Océano profundo de obscenidades
que quiere poseerte y hacerte esclava
de su lujuria intensa;
intensa como sus oleajes.
Hacerte su mujerzuela y azotarte
sin compasión,
sin importar tus compromisos
ni tus deseos.
Sólo te dejas llevar
por las olas
sabiendo que así
los vendavales salíferos
perdonarán al hombre.

Pagarás las penas de miles
mujer, que a todo lujo renuncia
con tal de salvarnos
sin siquiera recibir una muestra de aprecio.
Mujer esclava,
vives en una rompiente
que castiga tus espaldas.
Días, meses, años
y no profieres una sola queja.
Mujer de tierra, afincada al horror del mar
que te enclava, férrea,
a miles de algas fastidiosas.

Ya no lloras,
no te quejas.
Te resignas al rojo vivo de tu carne.
Te resguardas en la caída del sol
para sanar, por pocas horas, tus heridas.
Mas, mujer, nunca verás
como ahora vieras
que la tranquilidad del hombre
vive eterna
mientras haya quien pague
sus miserias.