Eres perfecta con esa luminosa palidez que atrae a los hombres 
que se asoman a tus ojos profundos y repletos de lujuria, 
lujuria que sabes sofrenar bajo ese crucifijo que cuelga de tu cuello 
y bailotea al ritmo de tu respiración cadenciosa, sonríes y es convite 
para escucharte con placentera atención mientras de tu boca salen 
 cataratas de palabras embebidas en el néctar de tu dulce voz 
mujer onírica, mujer soñada, mientras te contemplo, te desvisto, 
prenda a prenda y beso a beso, mi voluntad declina y se afiebra 
al atisbarte por el ojo de la cerradura  de mi imaginación perversa, 
rozo tus pechos pulidos como si el marfil quisiera ennoblecerse 
y se dejara moldear en esos eróticos conos de carne trémula 
es una ensoñación, lo se pero mis manos te acarician salvajemente 
con el ardor in crescendo de mi pasión caudalosa, incontenible, 
desnuda sobre el sofá, dibujando en mis oídos tu sensual voz 
y yo atropellándome en desentrañar tus secretos, beber de tu piel 
los acentos encantados de tu esencia de mujer rotunda, sentir 
los latidos de tu sangre alborotada que como ríos del averno 
me conducen al antro de la insatisfacción, tiemblo, me despojo 
de toda investidura para transformarme en un objeto cualquiera, 
sólo deseo estar a tu lado como un cancerbero, cuidar de tu figura 
encarnada para los ojos profanos de quienes te desean con ardor. 
 
Prevalece sin embargo la rosa perenne de tu personalidad arrobadora 
la mujer que se desvela en sus instantes y silencios 
el conjunto de virtudes y destrezas que promulgan tu espíritu al viento 
la calidez, la confianza, el recogimiento y la añoranza 
tu sabiduría milenaria, tus bosquejos y titubeos, la placidez de tus gestos 
la dulzura de tus muecas y el fragor de tus creencias 
te contemplo y me desvivo por cubrirte con tus ropas y alhajas 
y la vergüenza es mi castigo y me prosterno ante tus palabras 
escucho su sentido, su caudal y su volumen, tu sapiencia me conmueve 
me arrodillo contrito y beso tus blancas manos, sacerdotisas de tus actos 
sonríes y en tus ojos se dibujan dos lunas incendiarias 
te alzas imponente y yo te sigo para proseguir alabándote 
tus blancas manos, sacerdotisas del deber, desabotonan mi camisa 
y el rubor y la furia, el deseo y el miedo desgarran de cuajo mi alma 
y obedezco y acato, me desnudas y me despojas hasta de mis pensamientos 
muero por ti, me estremezco acometido por el frenesí, te beso y me besas 
y en la profundidad de nuestros pensamientos nos amamos y nos derretimos… 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  |