Aquí está la Navidad

–¡Ahí tá la Nabida! ¡Ahí tá la Nabida!– me gritó mi sobrinita, mientras con su dedito señalaba el árbol navideño aún en construcción.
–¿Ahí está la Navidad?– le pregunté con tono apacible, paternal.
–¡Sí! ¡Ahí tá!

Pobrecita. Es que es tan chiquita, apenas tiene tres años. Aún no entiende que la Navidad no está en el árbol. Pero me daba gusto ver cómo revoloteaba a su alrededor. Corriendo, gritando, saltando. Abría una caja, encontraba unos adornos, los ojitos le brillaban y, con su carita angelical, se apresuraba hacia mí para mostrármelos. “Qué lindos”, le decía, y al instante emprendía otra carrera en busca de un nuevo botín. En esas estuvo –estuvimos– toda la tarde.

Como iba diciendo, es muy chiquita. Por eso es que hay cosas que no comprende todavía. Por decir algo, ella todavía no descifra por qué la noche es oscura, o por qué en la playa hay olas, o por qué los hombres pelean o por qué no puede comer con los dedos, andar desnuda o chapotear en la ducha –si total es tan divertido–. Por eso es que piensa que la Navidad está en ese árbol a medio armar. Y yo sólo sonrío. Qué ganas de decirle que la navidad no está ahí, que la navidad es más que eso: la navidad es dar regalos a los demás, y esperar que te den regalos, por supuesto; es visitar a los abuelos, aunque ir sea tan aburrido; es saludar al vecino con buena cara, a pesar de que aún no te ha devuelto la aspiradora; navidad es hacer una obra de caridad (siempre pública, jamás anónima), darle un pancito o un tarrito de leche a los pobrecitos niños de la calle; es llevar a casa el pavo más caro o más grande que encuentres en el supermercado; es comprar un millón de chucherías para decorar el hogar, cosa que cuando lleguen las visitas sientan envidia; en resumen, es aparentar que somos compasivos, bondadosos, filántropos, amables, leales, cariñosos, altruistas, y –cómo no– dignos de recibir en nuestro hogar y en nuestros corazones al niñito ese que nació hace unos dos mil años en un pesebre mugroso... ése.. el niñito de las fotos y las estatuillas... ¿cómo es que se llamaba?

Pero mi sobrina es muy chiquita. Mejor dejo que siga creyendo en su árbol. Pobrecita. Quizá se lo explico mañana.