¡QUE NO ME VEAN! 
 
 
23 de diciembre en un frío hospital, mi niño entre 
sabanas blancas, pálido, sudando por cada uno de sus poros y el calor inclemente en nuestra piel, nos dejaba exhaustos a los dos , en espera  de u n calmante, de un examen de una revisión, que sé yo; sin embargo todo  esta angustia  fue nimia ante  los gritos fatales de ella, quien llegaba por urgencias, gritando que nadie la vea, que nadie la vea, que nadie la vea y sus sollozos ahogaron su desgarradora petición, para escucharlos con más fuerza; fueron solo unos segundos en el tiempo infinito, y entonces volvió a gritar , volvió a pedir que nadie la vea, no resistí, y salí ,y  la vi., ¡Dios, la vi.!, vi que la piel se le caía en pedazos, que el ácido la carcomía sin piedad, que penetraba cada vez más , que de su cara  no quedaba nada, sus pantalones hecho jirones y el maldito ácido aferrado a ella, entonces… todos , enfermeras, médicos acudieron  ante sus gritos de vida, sí gritos de vida, de SOS, había que salvarla, rasgaron sus ropas,  desnudaron su alma y su cuerpo y le tiraron agua, sí agua con fuerza, agua a baldados para que el ácido   no perturbe su espíritu, no rompa su corazón, su inteligencia,,su capacidad de amar, no lo soportó, ya no le importó que  la vieran, ya sus gritos se escucharon en todo el pueblo, el cielo  oscureció, la luz se apagó, sus gritos eran  mortales, movieron corazones, se quedaron  haciendo eco  en nuestros tímpanos y no se borran de la memoria, sus desgarradores e ininterrumpidos AAAAAAYYYYYYYYY! …AAAAAAAAAYYYYYYYY!AAAAAAAAAAAAAA  con el trasfondo de los más dolidos sollozos nos cobijo a todos, nos perturbo a todos … nos dolió a todos…….más tarde, hubo silencio, un elocuente silencio, mi niño fue inyectado y durmió; al otro día regresé con él a casa.  Ya en el pueblo todos lo sabían, todos lo comentaban, era una de las más bellas  y apetecidas del burdel,  su magia , su poder de seducción, su candente sensualidad a veces tan irreal, tan brillante,  opacó la frontera entre el bien y el mal, no sospechó de soledades disfrazadas, de corazones vacíos , de mentes de piedra que llegaban a sus brazos, a sus besos , a su sexo, a sus risa, en busca de ella , la dadivosa, la pródiga en caricias y piel..  y estaba ahí, en el burdel, era 23 de diciembre, y alguien llamó a la  puerta, preguntó por ella, salió, miro el rostro de una señora, de una madre, de una esposa, y sólo fueron instantes, sí, instantes  para que en un ataque brutal le dejara con el ácido en el rostro, en la piel, hiriendo las capas más profundas de su ser, de su vida que de un segundo a otro se transformó en un infinito grito de dolor.  Volver, tuvo  que volver a la tibieza del tugurio, a la  ternura de la miseria, a donde juró no volver; hoy es 23 de diciembre, escucho sus gritos, veo  un cuerpo vendado escondido, gritando aun: ¡ qué no me vean!, ¡qué no me vean! ¡Qué no me vean!, y veo  a la señora, quizá sumergida en  aquella monstruosa hazaña  que  enlodó su corazón  y alejó para siempre su más preciada compañía. .. 
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