Tú nunca notaste en mi mirada
la llama de este amor secreto
ni la resignación callada
que consumía el sentimiento

Tú, que con los ojos cerrados
clavaste un puñal en mi pecho
y sin importar un grito desgarrado
lo enterraste más profundo en mi cuerpo

Y yo, ya en silencio, te dejé hacer
y delineaste con sangre mi figura
que quería sólo a ti pertenecer
¡estar muerta pero ser tuya, tuya!

Pero luego sonreíste, indiferente
y dolió más esa terrible sonrisa
que corona de espinas en la frente
¡la sonrisa cruel del que olvida!