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Inicio / Cuenteros Locales / carlos / 7 modos de comenzar un cuento (y un solo final)

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Las palabras impresas desvelaban su cobardía, incapaz de pronunciarlas. Ellas fueron su única despedida, cuando ya no podían ser contestadas. Su explicación, la de él. Su regalo, unos pequeños pendientes de oro con diminutas incrustaciones de esmeraldas, trataba de pedir disculpas.


La llaman la Señora de los Solitarios, y no es difícil conocer la razón. Atiende con mano insegura, pero mirada firme, a todos los clientes del local, de manera que nunca ha habido queja sobre su servicio, pero, de vez en cuando, un hombre siente la invitación de sus ojos, y sus palabras, demasiado claras para ser distorsionadas, interpretan una melodía deseada. Entonces ya es tarde.


Ojalá hubiera sido capaz de responder a mis propias preguntas. Demasiado tercas, demasiado ingenuas, demasiado inútiles. Ojalá hubiera podido prescindir de ellas. Mis preguntas me alejaron de ella incluso antes de haberla sostenido entre mis brazos, adjudicando a la desdicha pensamientos que aún ella misma no había tenido tiempo de generar.


Aquella noche caminaba despistado buscando un sitio en el que cenar, sin que ninguno de los que se alineaban en el paseo consiguieran despertar mi interés. La desidia me arrastró hasta el último de los locales, dejándome caer en una de las mesas de la terraza. Inmediatamente sentí su mirada.


Hay almas en este universo condenadas al sufrimiento. Almas generosas, desdichadas, inseguras, decididas ignorando aún sus propios límites. Existen almas infantiles, entregadas, interesadas, devotas de sí mismas, irascibles, volubles, deseables... y hay cuerpos sin alma.


- ¿No te gustó la comida?- Su gesto, exageradamente fruncido, le confería un cómico perfil de madre preocupada.
- No, no es eso- respondí- el problema es que si ceno demasiado tendré pesadillas.
- Eso será porque duermes sólo- sonrió
- Probablemente- volví a contestar, mientras mantenía la mirada deseoso de continuar su juego.
- Bien, pues eso habrá que solucionarlo.


"No puedo seguir así" se decía a sí misma mientras hojeaba distraída una revista que no le interesaba. Arrastrada por su pasado, angustiada por su futuro, buscaba entre las líneas escritas una respuesta a su desasosiego. "No puedo seguir así" se volvió a decir, y en ese momento decidió que su próximo hombre, sería el último.

Texto agregado el 25-07-2003, y leído por 1341 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
22-04-2006 Mire usted, esto es algo nuevo y de verdad que me alegra ver que aun hay algunos que se arriesgan a innovar. Excelente KAReLI
07-11-2005 genial, ***** diandra
13-04-2005 Me ha parecido de lo mas ingenioso... un susurro* susurros
28-01-2005 yo cazador de ojos donde esta en la inquebrantable relojeria de lo inpresizo,? donde estan los ojos que invitan a hacer el amor entre tantos otros que desimulan el desamor donde maestro,? mis cinco estrellas por tu genial narrativa donde estan los ojos cerrados ,? abierto por dentro,?? Juan desde el rincon de la vida Juan_Poeta
12-04-2004 He ido probando uno a uno...y si, todos tienen su sentido, además distinto. Muy conseguido. Saludos. nomecreona
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