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Hoy hace frío en el bosque. Es una noche desapacible. El viento cimbrea las copas de los árboles y aúlla entre sus ramas. He venido a mi claro. No hay nubes, ni luna, y las estrellas brillan en la oscuridad de la noche.

Enamorarse de las estrellas es de idiotas. Piensas que brillan para ti, que te muestran su belleza, que sus parpadeos son guiños dedicados, que te alumbran los pasos, que te guían, que te acompañan,... y es después cuando te das cuenta de que en realidad, desde su infinita lejanía, ni siquiera se han percatado de tu efímera existencia. Y no importa lo alto que saltes o lo fuerte que grites, sabes que aunque la distancia que te separa de ellas es la misma en uno y otro sentido, nunca te verán. Tú no brillas.

He hecho fuego. No me acostumbro a este frío. Hace ya tanto que pasó el verano... Me gusta mirar al fuego. Atizar las brasas, jugar con las llamas, mirar sus contoneos y responder a sus provocaciones. Y mientras me pierdo en sus formas, me encuentro a mí mismo, recordando cómo llegué aquí.

Vine a este bosque con las primeras lluvias de otoño, y desde entonces soy un proscrito. Huyo de la verdad, y de mi vida. Aquí busco refugio y doy la bienvenida a cuantos como yo necesitan el amparo de unos árboles que acompañan y no preguntan, que protegen y no juzgan, que cobijan y no cuestionan.

Aquí empecé a soñar con mi Lady Marian. Y un buen día la encontré, como a las estrellas. Brillaba como ellas. Más. Y como de las estrellas, también me colgué. Ahora, jugando con este fuego, recuerdo cada momento, todos robados. Es lo que tengo y lo que me queda. Un proscrito sabe que nunca será libre, que no tiene nada, que nada puede ofrecer.

Hoy han llegado noticias al bosque. Lady Marian se ha enamorado. Quienes la han visto me han contado de sus sonrisas y sus palabras. Palabras de enamorada, para un caballero de verdad. Alguien de noble porte y alta alcurnia. Alguien que de verdad la quiere y puede darle cuanto tiene.

Soy feliz por ello. Y el fuego lo nota. Ambos sabemos que ha llegado el momento de ser uno y de aceptar mi transformación. He de acercarme más. Duele más de lo que pensaba, pero no quiero enturbiar el final con gritos, lágrimas o gestos de dolor. Quiero sonreir, y que este momento, en el que dejo de ser un sueño y me convierto en un recuerdo, sea música congelada de una sonrisa.

Ya arde un sueño. Ya es un recuerdo. Ya es totalmente tuyo.

Buena suerte Lady Marian.

Texto agregado el 22-02-2005, y leído por 269 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-10-2005 ... que triste, quizas no era ella...era su fantasma. Un susurro* susurros
07-03-2005 Hermosísima prosa, que lindo escribes! Magda gmmagdalena
23-02-2005 Bellísimo relato. tu prosa me ha transportado a ese lugar, lo he visto. He sentido lo mismo que su protagonista, me he identificado con él, pues todo lo que cuenta no me es ajeno. Creo que has puesto mucho de ti en él. A fin de cuentas todos hemos tenido una Lady Marian, que ha estado tan lejos de nosotros como las estrellas, y hemos sabido renunciar a ella, por su felicidad, creo que es por que preferimos deleitarnos de su brillo de estrella, que apagarla por nuestro capricho. Felicidades me ha gustado mucho. Saludos. Monelle
 
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