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		  Espejos, llaves y pelos dorados 
en una tarde de enero.   
    
Soledad a niveles que duelen. Al punto que me sorprende escuchar 
mi propia voz después de días de estar en silencio. 
 
Pocos entenderían que no necesito mas que 
un largo abrazo tuyo bajo la luz de la tarde. 
 
Y en la noche, un ruido de llaves cerca de mi puerta 
me hace pensar que sos vos. pero nunca llegas 
y entonces, espero a la próxima llave y a los próximos 
tacos y el próximo ruido del ascensor. 
 
Imagino diez mil formas posibles de pedirle perdón cada día. 
de llamar tu atención pero el fuego ya se apagó y comienzo a sentir 
el frío del que alguna vez habia escapado. El frío que 
hasta hace poco creí necesitar. Es un frío que llega desde 
adentro hacia afuera. Es un frío que corta y adormece. 
 
Encontré un cepillo roto que no te llevaste, 
tiene algunos pelos tuyos aún. Tomo uno y lo extiendo 
a la luz. lo paso por entre mis dedos. Es fino y suave. 
Lo llevo a mis labios. Lo pongo en la palma de mi mano 
y entonces lo aprieto fuerte. Tanto como puedo. 
 
Me veo en el espejo. Hay algo húmedo a los costados de mi cara 
y dentro de mis ojos. Dejo nuevamente tu pelo 
enredado en el cepillo y eso es 
todo lo que me queda ahora de vos. 
  
Pablo Kersz 
www.kersz.com 
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Texto agregado el 28-02-2005, y leído por 131 
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