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PENSAMIENTOS Y ELUCUBRACIONES DE UN INSOMNE FELIZ



Protegido por los contundentes muros de un edificio cualquiera me encuentro trabajando hasta que las sombras bajen a matar el calor; espero con ansias el momento de salir a caminar por las veredas de esta ciudad que cada vez más se parece a cualquier ciudad en la que antes estuve.
A muchas cuadras de este edificio está mi casa, que es de tablas y sin grandes lujos, con su pared que mira hacia el Norte averiada de tanto soportar la crudeza de los inviernos que siempre regresan en el mes de marzo, vivo mi vida que es la vida de un hombre como la de cualquier otro también. Pero ahora no estoy en mi casa. Ya hablaré con más detalles de ella.
El calor no se soporta. Las protuberancias largas y azules que dibujan mis venas en las manos dan cuenta las altas temperaturas pues es fácil que se asomen hasta mi piel cuando esto pasa. Desde una pequeña ventana de este lugar -que para no entrar en detalles llamaré mi oficina- en el segundo piso del edificio de una esquina que es como el edificio esquina de cualquier ciudad medianamente moderna, mi vista accede al paisaje de la calle en donde a esta hora no anda nadie y los negocios abren más para que sus dueños respiren que para ver entrar algún cliente ; con excepción de la botillería de la vereda del otro lado de la calle, que allí si que entran a comprar gentes a toda hora y bajo las condiciones climáticas más adversas-.
Mi vista accede al paisaje, como iba diciendo, paisaje que una persiana estilo años cincuenta se encarga de dividir horizontal y matemáticamente en lonjas largas e iguales, o mejor dicho casi exactamente iguales gracias a que una de las persianas presenta una notoria quebrazón, y por un momento da la impresión de que el orden arquitectónico ordenadìsimo tipo panal de abejas- los que hayan visto un panal de abejas por dentro sabrán a lo que me refiero-, se rompe para transgredir la norma (transgresión de normas, arquitectura libre;pienso en las obras de Gaudí y siento un aire fresco y reconfortante).
Si no fuera por el ruido que hacen los autos y las camionetas que pasan por la calle diría que estoy en un desierto, o mas bien en un paisaje desolado, en un lugar- como explicarlo- con características marcianas; como en una lancha en medio del Mar de Los Zargazos, o dentro de las páginas de alguna novela de de no recuerdo quien (Farenhait 451 y/o Crónicas Marcianas), novelas en las que si no fuera por la caracterización de los personajes y sus extraños diálogos se diría que el autor estaba haciendo la concienzuda descripción de una gran naturaleza muerta, algo así como una fotografía del planeta rojo donde la escasa sombra la dan unos árboles que no son árboles sino maquetas de árboles con troncos de lata, hojas de papel verde cobrizo y frutos con forma de tarros de conserva. Para terminar de explicarme tratando de ser breve, estoy sentado en una oficina frente a un computador describiendo un instante desolado que, para ser justos, en un 50% se debe también a mi pasajero estado de ánimo.

Pero lo cierto es que por estas latitudes no suelen ser tan calurosos los días, más bien fríos y lluviosos. Los largos inviernos es costumbre para la gente del sur quedarse en casa a la orilla del fuego tomando mate y charlando a cerca de historias llenas de mitos que podrían ser ciertos.

Descubro que me lo he pasado gran parte del tiempo rasgando como lo hace una mano con las cuerdas de la guitarra, una realidad de concreto con madera y tierra; y adornos de metal y luminarias incrustadas en las esquinas, en las mágicas esquinas - que evidentemente no son tan mágicas como la luz que irradia una luna menguante en los anochecerceres despejados y llenos de constelaciones sin nombre; realidad construída con sudor, sangre, y lágrimas. La realidad con forma de laberinto que cambia a diario en detalles y que recorro cual si fuese una rata de laboratorio que escarba la huella de sus pasos andados en el ayer y queda contenta toda vez que obtiene para su hambriento hocico ese trozo de queso necesario para seguir existiendo en paz, una paz relativizada por los obstáculos que debe superar.

A mi casa no llegan las hormigas que llegan a las casas de las abuelas donde se fabrican dulces de fruta. Sí llega la soledad, disfrazada de mi ex mujer acompañada por una ex amiga con su ex nana para llevarse todos los recuerdos que aún se puedan embalar e impedir que yo no me sienta ex celentemente bien. Pero me queda esa casa sin hormigas y ahora sin muebles, y con arañas a las cuales me he vuelto inmune aunque no del todo y el paisaje del campo, sobre todo el paisaje del campo que no cabe en ningún camión de la mudanza. Y no puedo dejar de sentir que se desmorona un mundo con hedor a hiel, que se desarma la maqueta de un sueño que construimos con la innombrable, la única, para darle en el gusto a nuestros abuelos vivos y a nuestros abuelos ya muertos antes de morir. Trato de fijar en la memoria los instantes felices mientras se desmorona esta maqueta tamaño real;trato de salvar a alguien, un ser querido que se bate solo a duelo con una serpiente gigantezca de papel cibernético escrita por otros, que como yo siente hambre de comer comida o hambre de guerra buscando un culpable, culpables buscando un culpable. WAR....entonces busco la manera de aplacar a ese mounstruo del tiempo de los saurios, a la realidad sin filtro y ya, es la hora de cuidarme, de cuidarnos, de tomar con calma el momento de salir, escapar del infierno o asumir que es allí en donde justamente ahora estoy luchando, con la parsimonia de un hombre sin espada y sin film.También es el calor implacable de una tarde de enero una vez más, el recuerdo de unos distantes y a la vez cercanos amigos de antes que también sienten un calor implacable.Debe ser la viuda negra sin médulas de coleópteros y moscas para la cazuela de sus hijos imaginarios o reales, deben ser sus ganas de no inyectar el veneno en algo que no sea la carne real de un àcaro macho atrapado por el sueño de una cópula, además del chip orgánico que implantó un dios antiguo de nombre Jonás a medias con la madre naturaleza en el útero ahora vacío de la señora María que está lejos y no hay nada que remedie por ahora esa distancia. Es la pequeña humanidad, la pequeña gran humanidad de esto que soy o somos sin tener muy claro hasta dónde llegaré, hasta donde llegaremos.

La intención de hacer algo para no quedarse inmóvil y convertido en una inútil estatua de sal- que no es malo cuando se tienen agallas para crecer y templarse- me lleva a mover los dedos sobre este teclado plástico para incrustar ideas y comunicar.

La visita en solitario a Punta del Trueno, lugar mágico y peligroso si se tiene en consideración la alta probabilidad de quedar enredado de por vida entre sus peñascos desafiantes- donde se dice que hay un tesoro que dejó un corsario que allí vivió hace tanto tiempo que las perlas se han convertido en lagartijas de dos rayas y el cofre es una roca que al ser tocada por quien visite esa morada obtiene un boleto en el buque Caleu, una nave fabricada de maderos de los bosques de algún lugar de Africa que suele verse por las noches desde la costa en el litoral- es un buen lugar para comenzar a contar esta historia de mil nombres de la que hablo.

Ayer tarde cuando el sol se ponía sobre la línea de un horizonte discontínuo que recorta el cielo con un cerro, unos árboles nativos y las luces de una ciudad con forma de media luna, llegaron a verme nuevamente los caballos de siempre y Nenúfar, que es una yegua color miel que dibuja en su espinazo la perfecta línea oscura como la de las pieles de los pumas de las altas cumbres, se acercó a mí sin temor hasta poder yo estirar mi mano y acariciar su lomo; Nenúfar después de olfatearme y reconocerme bajó su largo cuello hasta el suelo y olfateó su excremento ya seco, me miró fijamente y se fue más adentro al potrero de los manzanos. Entendí que ese era un regalo para mí, lo recogí la miré y le dije gracias. En la puerta de la casa que se llena de zancudos, moscas y arañas de todas las clases con sus telas, prendí el guano de caballo y poco a poco fueron desapareciendo los bichos. Desde esa tarde la entrada de la casa se hace más habitable. Gracias Nenúfar, todo sirve.

Son las imágenes las que me guían en esta aventura de escribir encima de una barcaza sin nombre como la de ese viejo pescador llamado Ernest H. que salió un día desde la orilla de un mar distante a cazar un enorme pez espada tal vez porque tenía hambre y ya sus tripas no soportaban tanto alcohol; tal vez para sentir el sabor de una aventura peligrosa o quizá ya cansado de tanta soledad quería dar un gran banquete para realizar una fiesta a la que sabía de ante mano que solo llegarían sus perros y un niño del pueblo que seguiría sus pasos impulsado por una admiración infinita, mas se sabe que al banquete solo acudieron los tiburones, grandes escualos que siguieron los rastros de la sangre que la gran albacora de dimensiones superiores a la barcaza de Ernest atada a un costado de esta y colaborando con el sistema de flotación, iba dejando rumbo a puerto, y al llegar no tuvo otra opción que beber un último vaso de ron y ponerse a escribir ya que era mejor en eso que hablando. Imágenes tristes y alegres, hazañas con y sin recompensa, historias rotas e historias completas.





Una luna llena y otra menguante han pasado ya desde que mencioné que no habían hormigas en la casa ; por cierto esa casa debiera tener un nombre que no puedo encontrar por ahora-. Hace ya dos días que aparecieron buscando comida o tal vez tomando serias medidas haciendo sus caminos y dejando marcas para empezar la obra.






Bajo las lunas de nácar de una noche que no es una noche cualquiera después de un momento de trabajo en el jardín tratando de fabricar una mesa con una rueda de tractor abandonada a los mordaces y fieros cambios de clima de la franja de los 38º latitud Sur, apareció ante mis ojos el más bello y real de los avistamientos etéreos que yo hubiese visto jamás. Era algo parecido aun barco gris y de enormes dimensiones flotando en medio del campo donde yo vivo suspendido en los sopores que emanan de la tierra con las bajas temperaturas de la noche. Su imagen muy nítida a ratos y escurridiza de pronto también, se mezclaba entre los árboles y los desgastados cercos que separan el jardín de la casa del potrero donde pastan los caballos; unos eucaliptos glóbulos, tres árboles enormes de origen australiano que deben llevar allí plantados al menos cien años, le servían de mástiles al espectro que mis ojos contemplaban; un barco de tres mástiles como los galeones del tiempo del descubrimiento de las américas... cómo llegó semejante imagen relacionada con los recortados atardeceres de las costas marinas del sur del Océano Pacífico hasta unos cientos de metros de mi casa yo no lo sé, tal vez habría que preguntárselo a las nubes que no hablan, esa tal vez sea la clave correcta para que la propia imaginación proporcione alguna respuesta -. Cada vez más nítido se fue dibujando ante mis ojos como un espectro de luz y sombra donde el color violeta predominaba en la oscuridad. Fue maravilloso, impactante y fantástico.


Texto agregado el 03-03-2005, y leído por 240 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
21-10-2005 Jaja, ¡Brillante! Estuve por preguntarte por qué habías clasificado como "reflexión" a tu "Agua salada", pero me detuvieron tus metáforas extremas (como secar con agua...). Menos mal que seguí leyendo antes de preguntar, muy bueno!!! Iwan-al-Tarsh
18-07-2005 ummm... que bueno te quedó esto (lo que no me checa es que lo colocaste en haiku) un beso y un cielo con estrellitas por doquier. amayrany
23-03-2005 ***** Para ti! Sigue adelante!!!! campesina
23-03-2005 Manquían: Me encanta tu cuento y pensando en él, las verdades que dices y en el excremento de "Nenúfar" te escribí mi reflexión "Parte III. Todo Sirve" ... Por favor lee primero la Parte I, "Tu Luz" , para que la entiendas campesina
 
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