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El famoso trotamundos llegó a aquel pequeño pueblo marítimo ras un largo viaje. Extenuado, decidió entrar en un pequeño café a recuperar parte de sus fuerzas y entablar conversación con alguno de los lugareños. Atravesó la puerta giratoria y se acomodó en la barra. Al otro lado, un hombre de mediana edad, unos 40 aproximadamente, le pregunto que iba a tomar. Nuestro trotamundos pidió un vaso de cerveza y, una vez echado el primer trago comenzó a observar con detenimiento la decoración del lugar. Las paredes del pequeño café estaban completamente llenas de fotos de diferentes personalidades, al parecer todas ellas sacadas en el mismo local en el que él se encontraba. Aquel era sin duda un buen tema para sacar algo de conversación. Sin embargo, algo llamó más aún la atención de nuestro viajero. Apoyado contra una de las paredes, totalmente cubierto de polvo, un viejo piano de pared descansaba cerrado. Parecía que había pasado largo tiempo desde la última vez que alguien lo había hecho sonar, si es que alguna vez había llegado a sonar.

Fue quizá la intuición de nuestro joven viajero la que le indicó que tras aquel piano podía esconderse una buena historia, o quizá no fue más que la casualidad que quiso disponer así la historia. En cualquiera de los casos, el famoso trotamundos se acercó al camarero y le preguntó lleno de curiosidad sobre la naturaleza de aquel piano.

“Ese piano hace más de 15 años que permanece cerrado, a la espera del joven maestro que es quien debe volver a hacerlo sonar de nuevo algún día” Dijo una voz desde el fondo de la barra. El trotamundos se giró hacia el lugar de donde provenía la voz, para encontrarse allí a un hombre de unos 50 años, alto, delgado, de pelo negro ya blanqueado en algunos lugares por el paso del tiempo. Aquel hombre se estaba tomando un vaso de bourbon. Apuró un nuevo trago, y al observar la cara de interés del trotamundos, se acercó a él y comenzó a contar la historia que muchos de los clientes habituales de aquel café ya conocían.

“Hubo un tiempo en el que este café podía jactarse de tener los dos mejores pianistas que la región nuca hubiera conocido. Gente de todos lados venía cada noche a escucharlos. Primero salía el joven maestro, un chico de unos 18 años de edad que sin duda era un auténtico virtuoso del piano. Se había pasado toda su vida sentado delante de aquel instrumento, estudiando técnicas, partituras, piezas, autores… Su técnica era impecable. Pulsaba cada tecla en el momento exacto, con la energía exacta. Interpretaba cada una de sus piezas con una ejecución tan impresionante que se decía que nadie en el mundo podría mejorarla. Siempre arrancaba grandes ovaciones del público.

Y después subía al escenario el viejo pianista. Un hombre de unos 60 años del que pocos se aventuraban a hablar. Nadie sabía exactamente de donde provenía, ni lo que había echo durante su larga vida. Tocaba preciosas piezas de gran melancolía, sencillas ejecuciones con sus temblorosos dedos. Muchos eran los que aseguraban que nunca había leído una partitura ni era capaz de hacerlo. Fuera como fuera, su música sonaba a música celestial y siempre llenaba la sala arrancando grandes ovaciones también. De hecho, era el pianista más apreciado de la sala.

Aquella había sido una edad dorada para el local. Grandes personajes de la época vinieron exclusivamente para oír tocar a los dos maestros. Se cuenta que el mismísimo Ray Charles estuvo en este viejo café, escuchando entusiasmado la deliciosa música de nuestros dos maestros.

Sin embargo, y pese a que ambos pianistas eran buenos amigos, la juventud y el ímpetu del joven maestro le empujaron a preguntarse porque no era él el mejor pianista de aquel pequeño café. Aquella idea llegó a obsesionarle. Dedico todas sus horas, todas sus fuerzas a mejorar aún más su técnica. Aprendió aún más difíciles arpegios, piezas de complicada ejecución…Incluso llegó a estudiar minuciosamente el estilo del viejo pianista y a reproducirlo fielmente en sus conciertos. Comía cuando tenía un segundo libre, y no salía de las 4 paredes de su habitación, encerrado golpeando las teclas del piano a todas horas. Todos reconocieron la impresionante mejora del joven maestro, pero sin embargo, seguía siendo el viejo pianista el que seguía arrancando los mayores aplausos. Esto terminó destrozando al joven maestro, que en un arrebato de frustración renunció a volver a tocar el piano nunca más. Recogió su pequeño equipaje, y tras despedirse de su buen amigo el viejo pianista se fue de la ciudad.

Se especuló mucho sobre que podía haber pasado con el joven maestro. Algunos dicen que viajo por el mundo buscando un pianista que fuera capaz de superar a su viejo amigo, otros dicen que se encerró en una habitación de hotel a dejarse morir. Sin embargo, la realidad era muy diferente. Tras haber renunciado al piano, el joven maestro se encontró con una gran cantidad de tiempo libre, tiempo que dedicó a conocer un mundo que durante los años pasados no había podido ni tan siquiera intuir, absorto como estaba en la interpretación.

Y es así como paso el tiempo y, siete años más tarde, durante una actuación del viejo pianista, el joven maestro volvió al pequeño café para escuchar a su viejo amigo, pero esta vez no venía solo. Le acompañaba una hermosa mujer, a la que constantemente sonreía. El viejo pianista seguía siendo tan bueno como siempre, tan increíblemente bueno como lo había sido siete años atrás. La gente seguía ovacionándolo tras el final de cada pieza. Cuando hubo acabado su concierto el joven maestro se acercó a él y comenzaron a compartir sus experiencias de los últimos siete años. El joven maestro le confesó como había encontrado el amor y como, al fin, era un hombre feliz.

De repente, alguien del público pidió que el joven maestro interpretara alguno de sus viejos temas, apoyado por una ovación del público. Al principio se mostró reticente, pero la insistencia del público y, sobre todo, la insistencia de su viejo amigo hicieron que finalmente subiera al escenario. Saco una de sus viejas partituras del cajón y se dispuso a interpretarla. En ese momento, el viejo pianista se acercó a él, y en un rápido movimiento cogió la partitura y la tiró al suelo. El joven pianista se quedó congelado un momento mientras el viejo pianista cogía una silla y la colocaba en el escenario justo delante del escenario. Después pidió a la mujer que acompañaba al joven maestro que se sentara en ella.

El joven maestro no entendía nada. El viejo pianista se acercó a él y le susurró al oído: “olvídate de la partitura. Te sabes la pieza perfectamente bien, te la he oído tocar mil veces de un modo impecable. Esta vez tócala, pero mientras la tocas mira en sus ojos” dijo indicándola a ella. El joven maestro no entendía nada, pero hizo lo que el viejo pianista le había dicho. Clavo su mirada en los ojos de ella y comenzó a tocar.

Y mientras tocaba, sus miradas comenzaron a hablar transmitiendo sus emociones a través de la música. John se sintió acogido en los ojos de ella, feliz. Sus dedos comenzaron a deslizarse temblorosamente sobre las teclas, cada nota sonaba como si fuera el mismísimo ángel anunciador el que la estuviese tocando. Una lágrima se deslizó por la mejilla del joven maestro y golpeó una de las teclas cuando la canción llegaba a su fin. La ovación fue atronadora. Finalmente se había convertido en el mejor pianista de la sala. Todos aquellos años enfrascado en técnicas y procesos le habían alejado de serlo, pero ahora sentía, era capaz de amar, y transmitía esos sentimientos con su música. La gente se puso en pie en una cálida ovación. El joven pianista busco con la mirada a su viejo amigo para agradecerle aquella última lección, y lo observó atravesando las puertas del local. Antes de salir se giró a su joven amigo y le dedicó una bonita sonrisa.

Desde aquel día, el joven pianista se convirtió en el pianista oficial del local. Cada noche subía al escenario e interpretaba las mas hermosas canciones que una persona jamás pudiera imaginar.”

Aquel hombre se detuvo un momento para echar un trago de su vaso, momento que nuestro trotamundos aprovecho para preguntar: “¿Y que asó con el joven pianista? ¿Porqué se fue?”

El hombre de la barra volvió a dejar su vaso en la barra y continuó:

“Una noche Ella se fue. Cogió sus cosas y se fue buscando una nueva vida. El Joven Pianista no fue capaz de superar ese golpe. Esa misma noche escribió una serie de canciones y las interpretó para todos los presentes. Cada una de las canciones robaba un pedacito de alma del Joven Pianista. El público estaba cautivado ante el dolor y el sufrimiento que había sido capaz de plasmar en aquellas notas. Cuando esa noche hubo acabado su interpretación, cerró el piano con su llave y la guardó junto con unas cuartillas en un sobre naranja que aún esta en el armario del fondo” dijo mientras indicaba en dirección a un viejo armario de manera justo al lado del piano. “Después, sin mediar palabra se dirigió a la puerta principal y la atravesó para siempre. Nunca más se ha sabido de aquel joven maestro hasta el día de hoy.

El joven trotamundos estaba impresionado con la historia. Siguió charlando con aquel hombre, que se presentó como John tras un tiempo. Hablaron de las celebridades, de los grandes momentos de aquel café. Poco a poco las personas de aquel bar se fueron marchando, hasta q solo ellos dos quedaban en el local. En ese momento, el joven trotamundos lanzó una pregunta a John.

“¿Alguien sabe que hay en esas cuartillas que el joven pianista guardó?”
John apuró su bebida, se puso el abrigo negro y el sombrero y se acercó al joven trotamundos para susurrarle la respuesta al oído:
“La más hermosa canción nunca escrita. Una canción que nunca llegó a tocar. Una canción que reserva para el día en el que ella vuelva. Ese día el joven pianista volverá a abrir ese piano e interpretará esa canción para ella.” Dicho esto John comenzó a caminar en dirección a la puerta. Justo cuando estaba a punto de atravesarla, una nueva pregunta llegó a sus oídos.

“pero… ¿Cómo sabes que es la canción mas hermosa del mundo si nunca fue interpretada?”

“Muy sencillo” dijo John girándose con una sonrisa en su boca. “Porque yo fui quien la escribió” Lanzó una moneda sobre la barra para pagar su consumición y atravesó la puerta perdiéndose en la niebla de la ciudad.

Texto agregado el 09-03-2005, y leído por 1486 visitantes. (0 votos)


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