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Serían cerca de las cuatro y media de la mañana cuando llegó la voz de alarma en la comisaría. El oficial de guardia de inmediato notificó a todas las unidades en servicio que acudieran al Pasaje Molina Arrotea al 2800.
El primero en responder al llamado y llegar al lugar de los hechos fue el Sargento 1° Carlos A. Servilla quien con su compañero de patrulla; eran los que estaban más cerca al momento del llamado.
En el lugar había unos cuantos curiosos y de inmediato Servilla ayudado de unos cuantos uniformados más que acudieron pocos minutos después despejaron la zona e ingresaron al lugar. El cuadro era dantesco. En el líving el televisor prendido estaba pasando un informativo que, paradójicamente, estaba cubriendo "la matanza del barrio de Devoto". Sentados, mirando sin verla estaban Juan Ramón Gorra Áurea, su esposa, Beth Thompson de Gorra Áurea y la madre de ésta Ruth Thompson. Los tres presentaban cortes de arma blanca en el cuello. En la mesa había comida y cinco platos con comida servida y cinco vasos con bebida. Cuando los oficiales de Policía siguieron registrando la vivienda, encontraron en la habitación de servicio, también degollada; a la empleada doméstica de la familia Ramona Andreotti de 19 años y a pocos metros de allí, al hijo mayor de la familia, Matías Gorra Áurea de 18 años de edad aunque éste último no había sido muerto por arma blanca, sino por tres disparos presumiblemente de un revólver calibre 38 que yacía junto al cadáver de la víctima. Se pudo comprobar posteriormente que la doméstica en esos momentos tenía un embarazo de al menos dos meses.
Cuando llegaron al baño, la puerta estaba trabada. Pese a los insistentes llamados de los Policías nadie respondió de manera que derribaron la puerta. Acurrucada en un rincón de la ducha, estaba la hija menor de la familia Lesley-Ann Gorra Áurea de 16 años de edad, aparentemente ilesa. Servilla corrió y se acercó a la joven que se había orinado y temblaba como una hoja. Cuando el oficial se acercó, se acurrucó más y trató de rechazarlo, aunque finalmente lo abrazó con fuerza.
En la escena del crimen había muchas señales de violencia incluso los oficiales de Policía pudieron comprobar que varios de los objetos de valor faltaban por lo que se sospechó que la matanza había tenido algo que ver con el robo. Sin embargo, la forma en que se encontraron los cadáveres, acomodados en forma teatral, como en una escena y el hecho de que no se hubiesen forzado las entradas hacían sospechar a Servilla que en realidad lo del robo había sido planeado como una pantalla para desviar las investigaciones. Salvo de los occisos y de Lesley-Ann no había otras huellas digitales en las habitaciones. En el arma que mató a Matías no había huellas.
Cuando llegó la ambulancia Lesley-Ann fue trasladada a un centro asistencial donde recibió las primeras atenciones. Allí se pudo determinar que la joven no había sido violada y que solo evidenciaba heridas leves y señales de un enorme esfuerzo físico. No pronunció ni una sola palabra ni en trayecto ni mientras fue atendida. Tras un período de descanso, Servilla se presentó en el hospital e interrogó a la joven pero esta se negaba a hablar en absoluto.
Tres días después de ocurridos los hechos, las autopsias comprobaron lo que Servilla había sospechado "prima-facie": los tres integrantes de la familia hallados en el líving frente al televisor habían sido asesinados en otras partes de la casa y trasladados a ese lugar, y lo peor, la causa de la muerte no había sido el degollamiento: las pericias habían demostrado que la causa real fue la asfixia por sofocación, previa inconsciencia de las víctimas, que habían sido dormidas por medio de cloroformo y degolladas luego de ser ubicadas frente al televisor.
Lo que no encajaba era el hecho de que la empleada doméstica, muerta de la misma forma estaba en el suelo de su habitación y que Matías fuera muerto a balazos. En el líving había cinco vasos con bebida y cinco platos con porciones de pizza por lo que se presumía que Matías y Lesley-Ann formarían parte de ese escenario aunque no llegaron al mismo. Para Servilla, esto indicaba que una persona, probablemente el asesino había preparado la escena para toda la familia pero sorprendido por alguien, quizá la doméstica o Matías, no pudo terminar su "obra" y huyó del lugar.
Servilla centró su investigación en el arma. Así pudo saber, que el propietario registrado de la misma, Eleodoro Monteleone había denunciado su robo, del cual acusaba a un ordenanza de su empresa, Francisco Ithurralde, que fue detenido al día siguiente.
Según lo que Servilla pudo investigar con posterioridad, la empleada doméstica de la familia Gorra Áurea, la también asesinada Ramona Andreotti era amante de Francisco desde por lo menos dos años atrás y el fiscal de distrito de inmediato creyó tener un buen caso. El testigo clave para poder acusarlo era Lesley-Ann quien aún estaba internada y sin pronunciar palabra desde que había ocurrido el hecho.
La mañana siguiente de haber sido detenido Francisco, Servilla concurrió al hospital donde la joven aún permanecía internada y tras llevar una foto del presunto homicida la interrogó. Lo que ocurrió en ese momento fue curioso. Cuando le mostró la foto, Servilla esperaba en la joven un rostro de terror o de angustia, sin embargo, su expresión fue más bien de furia y de odio, y solo rompió su silencio para preguntar "¿Está detenido? y ante la respuesta afirmativa de Servilla siguió sin pronunciar palabra. No obstante, en un principio no pareció necesario el testimonio de ella para formar un buen caso contra Francisco, ya que mediante otras pruebas, se había demostrado que había estado esa noche en la habitación de la doméstica, El razonamiento de la fiscalía, acerca de lo que lo que pudo haber pasado fue el siguiente: era de público conocimiento que Matías Gorra Áurea pretendía a su doméstica y aún cuando ella siempre lo negaba, por temor a los padres del joven según amigos de ambos eran amantes lo cual sin duda pudo haber irritado a Francisco ya que él en numerosas ocasiones había dicho a sus compañeros de trabajo que "dejaría a su mujer para ir a vivir con Ramona". Las pruebas de ADN realizadas a la occisa demostraban que el hijo que esperaba era de Matías y no de Francisco como se creyó originalmente; por lo que al descubrirlo, asesinó al joven con su arma, y luego preparó toda la escena para desviar a la Policía en su investigación hacia algún demente o buscar algún motivo distinto no pudiendo concluir su obra al ser sorprendido por Lesley-Ann. Las pericias psiquiátricas habían demostrado que Francisco era una persona emocionalmente inestable y con una marcada tendencia hacia la violencia, hecho incluso comprobado hasta por su propia familia.
Pese a que eran pruebas circunstanciales, el caso que se tenía en su contra era perfecto. Había oportunidad y motivo, y la personalidad del acusado era lo suficientemente inestable para hacerlo.
Sin embargo, a Servilla le hubiera gustado, para convencerse a sí mismo que Lesley-Ann le reconociera, que diera testimonio en su contra. Pero la joven ya prácticamente repuesta se negaba a declarar, incluso hasta negaba haberlo visto esa noche en la casa. Toda la familia lo conocía ya que iba a buscar a Ramona cuando ella salía los fines de semana. Pero Servilla no olvidaba aquel primer rostro de furia de la joven cuando vio el rostro de Francisco aquella primera vez.
Pese a que investigó intensivamente no había relación alguna entre el acusado y la sobreviviente, nunca se habían visto fuera de esas visitas a Ramona, no tenía sentido que lo encubriera salvo que dijera la verdad
El caso fue a juicio oral y público dos años después de ocurrida la masacre, pero estuvo muy mal llevado; ya que todo el caso de la fiscalía estaba cimentado en que Francisco no había admitido haber estado esa noche en la habitación y las pruebas habían demostrado que si lo hizo, pero no había nada concluyente en su contra respecto de los homicidios. Respecto del arma no había huellas en ella y de acuerdo al testimonio del acusado, "admitió haberla robado a su jefe para hacerle una broma a un amigo, pero luego la dejó exactamente en el mismo cajón donde la había encontrado". Monteleone admitió que tras la denuncia nunca miró ese cajón y nadie había visto luego de ese día a Francisco con el arma en su poder. Por otra parte él negó en todo momento conocer el embarazo de su amante. Lesley-Ann seguía negando haber visto esa noche a Francisco, ya que según dijo "al ver los cadáveres en el líving y sentir los disparos, corrió a esconderse en el baño.
Ante la existencia de una duda razonable, el tribunal debió exonerar a Francisco que salió en libertad ni bien terminó el juicio. Cuando el Presidente del Tribunal leyó el veredicto, Servilla miró a Lesley-Ann y vio el mismo rostro de furia que el día en que le mostró la foto. Pero lo que más le sorprendió fue, que cuando Francisco salía, cruzó miradas con ella. Servilla no estaba equivocado: en el rostro del acusado había furia también, y aunque no hubo palabras, Servilla supo que había algo más.
No obstante la investigación se cerró poco tiempo después de ser exonerado Francisco y nada más sucedió. Nada hasta que todo volvería a aparecer diez años más tarde y todos los personajes volverían a danzar al ritmo de otra tétrica danza.
Cierto día, estando Servilla de vacaciones era visitado en su casa por uno de sus compañeros, éste traía una carta dirigida a él sin remitente. El se sorprendió un tanto por aquello, pero luego optó por abrirla. Su contenido lo llenó de pavor


Estimado oficial Servilla

Han pasado ya muchos años, demasiados tal vez. Creí que si no hablaba todo acabaría por eso no declaré en el juicio y frente a la Policía, pero me di cuenta que queramos o no el destino nos ha unido en este morboso teatro y nadie podrá alejarnos de él. Recurro a usted porque aunque ya han pasado diez años desde aquel nefasto día y he sido presa de una cacería infernal, porque sin querer vi algo que no tendría que haber visto y por eso se me ha condenado a este infierno.
Ahora le contaré todo lo que pasó ese día porque temo por mi familia. Nada me importa ya lo que me pase a mí, pero quiero que mi familia pueda vivir en paz, lejos de este infierno. Me ha perseguido y amenazado ha donde quiera que vaya y por algo que no sabría explicarle, creo que ahora llevará su amenaza a cabo. Desde el juicio ha estado en todos lados, me persigue, me vigila, como recordándome que aquello en realidad no había terminado.
Todo fue un maldito teatro, un tétrico y espantoso ritual. Cuando ese día llegué a la casa estaba todo en silencio, solo sentí la voz de un periodista que daba noticias por la televisión. Sabía que la familia no quería verme llegar a esa hora, así que decidí entrar por la puerta de servicio, por la habitación de la mucama para que no me vean; y cuando lo hice, vi a Ramona tirada en el suelo y a alguien, que no pude distinguir a la distancia quien era, solo que trataba de arrastrar el cuerpo fuera de la habitación. Inicialmente me paralizó el miedo, no me di cuenta que toqué algo, algo que no recuerdo ahora que era, de vidrio que se cayó y rompió. La persona soltó el cuerpo y miró. No me vio porque me escondí. Seguramente, al no ver a nadie creyó que el ruido venía del líving así que corrió hacia allá, yo me quedé en el lugar sin moverme, aún tenía miedo, quería entrar pero no me animé, así que corrí al baño, cuando lo hice, alguien más entró, era Matías. En ese momento la persona regresó, le disparó con el revólver y Matías cayó pesadamente. La persona se trastornó, era evidente que no estaba en sus planes ese ingreso. Sentía que protestaba contra sí, y se paseaba nerviosamente por la habitación de Ramona hasta que optó por regresar al líving. Salí por un momento del líving y vi como, mientras silbaba algo parecido al himno a la alegría de Beethoven y una sonrisa pavorosa en sus labios, con un cuchillo cortaba el cuello de las tres personas que estaban sentadas frente al televisor, acomodaba los platos y la comida. En ese momento se dijo "ya casi termino...". Luego volteó, en ese momento creí que no me había viso pero luego, en el juicio supe que si me vio y desde ese día se me ha presentado, una y otra vez, en cada lugar donde voy para recordarme eso..."

Servilla no siguió leyendo y rápidamente le dijo a su colega que llamara a todas las unidades disponibles "Es preciso, antes de que sea tarde...". Pero cuando llegaron, ya era tarde.
Entraron a la casa y vieron a la familia completa sentada en el líving mirando sin ver la televisión y frente a ellos suculentos platos de ravioles; mientras que silbando algo parecido al himno a la alegría y con una sonrisa pavorosa en sus labios, Lesley-Ann cortaba el cuello de Francisco y de toda su familia.






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Texto agregado el 09-03-2005, y leído por 104 visitantes. (0 votos)


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