Hay que bajar el cielo y sembrarlo en la tierra. Que dentro de los hombres florezcan las estrellas.
Cesar Calvo en Canción para Rafael.
Crucé el gran portón de madera que se abría bajo una gran cruz, la mirada triste del santo de Asís me sorprendió al entrar al vestíbulo, una señora de aspecto serio pero con sonrisa amable me indicó que enseguida me recibirían. Por la mampara de vidrio que velaba la entrada del gran patio se deslizaba el murmullo sordo de voces infantiles.
Mis recuerdos entraron sin pedir permiso, me vi sentada en el piso frío de azulejos del que llamaban patio sevillano, rodeada de cinco o seis niñas con ansias de ganar, la pelota de goma rebotaba en el suelo una y otra vez y las piezas de plomo se dejaban atrapar rindiéndose ante nuestra habilidad. Poco después habría de enamorarme de los libros encaramados en las repisas de la obscura y pequeña biblioteca del colegio, cuya puerta de madera prieta se abría a nuestro lado.
Sonreí al imaginar a mi hijo corriendo, jugando feliz y despreocupado, en el aula con su cabecita haciendo sombra a unas letras demasiado grandes, con el lápiz en la boca, pensando como escribir su primer cuento o resolviendo problemas matemáticos.
Sonó un teléfono a lo lejos, y la preocupación regresó... para que me habrían citado?. Si bien mi hijo era algo intranquilo, en la llamada hubo cierta urgencia en la voz. Primer grado de primaria, el comienzo de la vida escolar, seguir reglas fuera de casa, nuevos horarios, quedarte quieto y en silencio, sería sólo eso?
Me hicieron pasar a una oficina pequeña, la psicóloga comenzó a explicarme el porqué de su llamado, en la mano un cuaderno de mi hijo, las palabras extraño, malo, diabólico y violencia se estrellaron contra mi asombro más veces de las que pude soportar y me despedí apresuradamente prometiendo hablar con él.
Más tarde, en lugar del cuento antes de dormir hubo que hablar del dibujo que había hecho para representar "la creación". Sus ojos se fijaron en los míos con una mezcla de extrañeza, angustia e interrogación.
- Mamá, es que ellos no saben que Dios también los creó?. Porqué lo que dibujé estuvo tan mal?
Lo besé y arropé explicándole que los adultos nos equivocamos también, que no se preocupara, que él no había hecho nada malo sino que no había sido comprendido.
Abierto en la mesa, su cuaderno de religión mostraba el clásico dibujo de "la creación": árboles, un lago, un cielo azul, flores, un pájaro y otros animales, todo en brillantes colores. A un lado, la página que le habían hecho arrancar y volver a hacer, la culpable de todo el problema: el mismo escenario, pero en lugar de los mamíferos, diversos insectos dibujados en rojo, negro y marrón protagonizaban la imagen.
Dedicado a Renato, mi hijo de nueve años que, desde hace tres, sueña con ser entomólogo.
HG - Feb 2005.
|