Se acerca, se siente, ya llega, está palpitando, una fuerza interior que arde.
Reprimidos están miles de sentimientos, recuerdos, emociones.
Quieren salir para mostrarse sin prejuicios, simples y sinceros.
Suben, bajan...Están ahí, son míos y los quiero mostrar.
Pero atrapada estoy, en esta sociedad consumidora y materialista.
Ya el amor se vende, la tolerancia se ha escondido y la desconfianza espantó toda verdad y franqueza.
Y este pobre corazón late con más fuerza.
¡Muero, muero, me muero! que alguien me ayude a salir de la guerra de la sociedad, que me libren de todo odio y desengaño, y que me secuestre la libertad para estar atrapada en ella y no salir de ahí jamás.
Lloro, lloro, lloro...Mal estoy, muy mal.
Adormecida, sencillamente encalambrada, y mi corazón cada vez latiendo más y más, para librar todo sentimiento, y dejar que fluyan las más cálidas palabras.
Desesperada, pero en silencio grito: ¡AYUDA! no más odio, menos dolor y exceso de amor.
Pero mis palabras llegan en vano a los oídos de los cobardes, y las atrapan la hipocresía y la traición.
Caigo en el abismo del desamor, y los primeros en caer son los pedazos de un roto corazón.
Un corazón que fue burlado por los inútiles, incapaces de querer e insensibles sádicos, pero poderosos y con voz.
Y fue amado, por los valientes, sensatos, pero esclavos eternamente del odio, y silenciosos hombres de gran espíritu y corazón.
En mi corazón será siempre el amor el principal.
Sin importarle que haya sido roto, humillado, pisoteado y herido, el amor ablanda, perdona, olvida y ama de nuevo.
Pero la guerra continúa, incesante e indomable, es la guerra de los corazones solitarios, de las mentes ambiciosas y de las almas heridas.
Todos en busca de un ideal, los corazones solitarios quieren ser amados y comprendidos, las mentes ambiciosas buscan poder y riqueza pisoteando a quienes les desobedezcan, mientras que las almas heridas buscan quien las respete, tolere y acoja.
¡Ay qué mundo cruel!
Somos a diario testigos de toda esta guerra y no hacemos nada por detenerla, nada absolutamente, pues somos como inertes, siempre estamos y presenciamos todo, pero ni nos inmutamos, ni hablamos, guardamos todo silencio posible por miedo a ser destruídos por esas mentes corruptas y ambiciosas.
Mientras somos todos corazones solitarios y de almas heridas.
Incapaces de mostrar cualquier tipo de afecto somos, solo esperamos a que primero nos lo muestren, pero para ser amados hay primero que amar, y el amor y el cariño llegan a aquel que aún cree, a aquel que ha sentido la traición, pero que tiene la fuerza y capacidad mental para confiar de nuevo.
Son a esos a quienes después de golpes y dolor, el tiempo y la vida les dan una buena y nueva oportunidad para sonreír y vivir, y estos son los llamados, verdaderos seres humanos.
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